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Cuando calienta el sol

Productoras de cosmética natural de la región, quienes problematizan el negocio de las farmacéuticas y rescatan formas ancestrales para la elaboración de productos naturales.

Cada verano las marcas de protectores solares aparecen en los principales estantes de farmacias y perfumerías. La publicidad de los grandes laboratorios se asocia a las vacaciones, la playa, la montaña o las piletas. Sin embargo, el incremento de los precios de estos productos restringe cada vez más la accesibilidad al cuidado de la piel que debería ser un derecho. ¿Qué pasa el resto del año con trabajadorxs que están expuestos de forma permanente al sol? ¿Qué tan saludables son las líneas de protección del mercado? En esta nota compartimos testimonios de productoras de cosmética natural de la región, quienes problematizan el negocio de las farmacéuticas y rescatan formas ancestrales para la elaboración de productos naturales.

Normal, seca, grasa, mixta. De diversos tonos y colores. Arrugadas, sensibles y curtidas. Suaves y ásperas. La piel protege a todo el organismo de factores externos, desde bacterias hasta la temperatura y cada veintiocho días renueva sus células muertas de la epidermis, la capa más superficial.

“La piel es el órgano más grande que tenemos en el cuerpo, es el límite entre nosotrxs y el afuera”, dice Claudia Loepert de Capilla del Monte, quien hace dieciocho años que se dedica a la biocosmética, aromaterapia y terapia floral, con el emprendimiento llamado “Aromas de la Tierra”.

“Tu piel también come”, se lee en un cartel ubicado en el puesto de “Enraizate, la tierra en tus manos”, de Raymi Lima, en la Feria por el Buen Vivir de Capilla del Monte. En el año 2005, Raymi comenzó a elaborar ungüentos y desde el 2017 trabaja desde su casa en Santa Isabel, con productos a la venta de cosmética natural, a los que prefiere nombrar “potingues naturales”. Como parte de un cambio sustentable de la vida, considera que “este tema es tan importante como la alimentación”, y recuerda cuando una amiga le dijo esa frase que lleva como lema a todas partes: “tu piel también come”, que de alguna manera sintetiza su perspectiva para pensar lo que hace: “además de nutrirla, lo que te ponés en la piel, en algún momento llega a la sangre”.

Agostina Massone vive en Escobas, su emprendimiento familiar de eco cosmética artesanal y medicinal se llama Anümka -planta en mapuche-, y hace trece años que trabaja en esta apuesta por recuperar la medicina de la naturaleza. Cuando piensa en la importancia de que el cuidado de la piel sea una cuestión de salud pública, reconoce el valor de informarse, no sólo de los efectos del sol,  sino de los productos que vende el mercado para la protección solar. “También tiene mucho de personal decidir un protector químico, de las grandes corporaciones, o uno natural”.

El sol es una energía necesaria para el desarrollo de la vida. Disfrutarlo con precaución, evitar largas exposiciones o las horas más peligrosas, es una forma de tomar conciencia. “A su vez, los protectores sintéticos pueden reaccionar manchando o dañando la piel”, explica Agostina, y los clasifica entre químicos -cosmética industrial, se absorben en la piel- y físicos -cosmética natural.

@anumka_cordoba

Por otra parte, no todas las personas pueden disfrutar del sol de la misma manera, ya que son muchos los trabajos que implican una exposición solar por la propia condición laboral. Desde guardavidas, albañiles, vendedores/as callejeros/as o trabajadores/as rurales. El contacto con el sol es permanente y hay una cuestión de salud que el Estado no aborda. “Hay una costumbre de no cuidarse del sol. La gente de campo, que está re curtida, usa gorros, como los albañiles, pero se carbonizan igual y tampoco hay una conciencia de usar el protector solar. De ahí la importancia de que se trabaje en el ámbito de la salud pública”, dice Agostina.

En la última década, las estadísticas sobre enfermedades de la piel se han elevado. Según investigaciones del Centro Internacional de Investigaciones sobre Cáncer, el 52,8% de los casos de melanoma -uno de los tipos de cáncer más peligroso y también menos frecuente- de Argentina, pueden ser atribuidos a la exposición a rayos ultravioletas (UV), lo cual ubica a la Argentina entre los países con riesgo medio.

A esta realidad, se le suman otras variables para pensar la problemática. Por un lado, el acceso a la protección, es bastante restrictivo en cuanto a los costos del producto, por el otro, el manejo de la industria farmaceútica y de laboratorios que instalan ciertas líneas en el mercado, dejando por fuera la existencia de otras formas de cuidado para la piel.

“Hay una manipulación muy grande con los productos, tanto de salud, como de  higiene personal y cosmética, venden frescura y belleza, pero en realidad son súper tóxicos”, explica Claudia quien hace cuatro años que elabora protectores naturales.

“Hay una demanda cada vez mayor, la gente ya no quiere productos de laboratorio con materia sintética, llena de parabenos y de químicos que son cancerígenos. A partir de esta demanda, nosotras  -las productoras de cosmética- nos pusimos a investigar para ver si era posible este producto, y lo es”.

Otra de las consecuencias del uso de los protectores convencionales, se relaciona con el impacto ambiental que generan en las aguas. “Hay una cantidad de químicos muy perjudiciales para las especies y las plantas del mar, arruinan ecosistemas”, dice Agostina. “Los componentes tradicionales tienen colorantes, conservantes, espesantes, muchos ingredientes no saludables y dejan un residuo importante en los mares, ríos y lagunas”, agrega Raymi y reflexiona sobre  cómo la cosmética natural se produce desde una perspectiva integral del cuidado.

La producción natural

“Para los protectores naturales vegetales se usan diferentes materias primas”, explica Claudia. Ingredientes como la manteca de mango y de karité, el aceite de coco, el oleato de lavanda, manzanilla o caléndula: “hay un filtro solar natural en estos elementos, es un filtro bajo, pero con un nivel de protección”.

“Usamos como ingrediente principal el óxido de zinc y el dióxido de titanio”, agrega Raymi. Estos polvos minerales muy blancos, tienen la particularidad de generar una capa de protección que no penetra. “En los protectores convencionales, hay que esperar a que haga efecto y que penetre. Éste apenas te lo pones, funciona como una pantalla solar”.

Proceso de producción del protector solar @enrai.zate

A lo largo de los años, fueron investigando dentro de la cosmética natural cómo incrementar más protección de los rayos UV. “Llegamos a este elemento que es clave. El óxido de zinc, lo conseguimos en distribuidoras de materia prima para biocosmética y lo agregamos en diferentes proporciones a cremas y emulsiones. Combinamos la fórmula con las otras materias vegetales y obtenemos un producto final que tiene una pantalla solar natural”, dice Claudia dando cuenta de que estas cremas son muy nutritivas, regeneradoras e hidrantes por tener aceites esenciales e hidrolatos.

Los beneficios de estos productos  se remontan a prácticas culturales ancestrales y pre capitalistas. Comunidades originarias de distintos territorios siguen utilizando plantas y semillas para la medicina y la salud en general. En la selva amazónica, por ejemplo, usan la semilla de urucum, que sirve -entre otras cosas- para protegerse del sol.  “Se pintan la piel con esa semilla que también es repelente, tiene 300 veces más cantidad de betacaroteno que la zanahoria, aporta un bronceado natural  y nutrición a la piel, entre otros beneficios”, cuenta Claudia y agrega cómo esa información se va expandiendo y hoy hay muchos emprendimientos de cosmética en el Valle de Punilla que la usan.

El Factor de Protección Solar (FPS) de los productos naturales es difícil de detectarlo con exactitud. Testear un protector suele ser costoso e implica hacerlo en un laboratorio especializado. Sin embargo, a partir de la experimentación, Claudia explica que ha comprobado que la cantidad de horas que dura la protección solar en la piel, es proporcional al FPS. Es decir, “un filtro de 40, dura 40 minutos en la piel y tenés que pasarlo de nuevo. La crema protectora solar con óxido de zinc, tiene una cantidad suficiente de 40 y es efectivo. La usan niños, bebés, adultos, incluso de piel muy blanca y sensible”. 

Un rubro nuevo

En la actualidad no existe un aval legal para este tipo de producciones. “Cada vez somos más competencia, porque el sistema apunta a otra cosa”, dice Agostina. “La mayoría de las que hacemos cosmética, pertenecemos a la Asociación de Cosmética Natural de Argentina (ACNA)”.

Hace tres años que se armó esta Asociación para pedir a nivel nacional el reconocimiento de un rubro nuevo: la cosmética natural y artesanal. “Nos manejamos con muchos macerados de plantas medicinales y eso no entra en la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), justamente lo que queremos recuperar de lo ancestral, la ANMAT no lo permite. Entonces sería un aval nuevo, para todas las que conservamos esa cosmética, que es la más antigua”.

A nivel local, para reforzar la demanda, se está presentando en el Concejo Deliberante de Capilla del Monte el pedido del reconocimiento del rubro. Estos avales permitirían poder hacer los controles del material, sin necesitar de un gran laboratorio.

La piel, “ese órgano lleno de vida”, como refiere Claudia, se lastima, se regenera, se muda -tal coyuyo- y se protege. Encontrar un equilibrio natural en el uso de estos productos,  se convierte hoy en una necesidad y un derecho. Una política pública que garantice un acceso posible al cuidado del cuerpo de la exposición solar, también debería incorporar -como parte de un cuidado integral y saludable-, el acceso y el reconocimiento a los productos artesanales, libres de químicos y materiales sintéticos.

@enrai.zate

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