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La memoria de las abuelas y los abuelos: ese legado que intentan desaparecer

Hace un año que los y las jubiladas de la Argentina salen cada miércoles a las calles. Las preguntas se vuelven costumbre: por qué siempre son uno de los sectores que el Estado pretende borrar del mapa. La violencia física y económica durante las últimas manifestaciones de jubilados en Buenos Aires, ha despertado la solidaridad en distintas partes del país. Pachi Franco, abuela y poeta de Capilla del Monte, reflexiona -en este mes de legados- sobre la ancianidad y la memoria.

El miércoles 19, la plaza San Martín de Capilla del Monte, volvió a convertirse en ese lugar de encuentro, mientras en las ciudades capitales, miles salían a las calles, como un gesto de solidaridad ante la represión que se vivió durante la semana pasada. En esta oportunidad, tambores y grupos de capoeira, se sumaron a la convocatoria, siendo parte de una ronda sonora de charlas y abrazos.

Tristeza, es lo primero que dice Pachi Franco, poeta y abuela de Capilla del Monte, un sentimiento previo al salir de su casa y llegar a la plaza, y reunirse con aquellos vecinos y vecinas que se encuentran a pesar de todo. “Fuimos unos tantos y tantas que siempre estamos desde hace años por distintas causas. Una ronda con los infaltables mates y la posibilidad de expresarnos”, dice Pachi.

El rostro rasgado de arrugas, las manos enrolladas de venas, los ojos vidriosos, la palabra lenta. Quizás sea éste un lugar común. Pero hay en esos ojos, el secreto que guarda las formas de la vida, hay en esos años plegados en la piel, el recorrido que atraviesa un cuerpo, el rastro de su historia y la raíz de ese origen: sentir que ahí estaba por mí, agrega Pachi. “Por mis padres, abuelos, abuelas, por todos los viejos y las viejas, dándole voz a la memoria familiar, histórica y social. Esos son los jubilados y jubiladas”.

Hay -en estas políticas de muerte- un objetivo de borramiento, un entramado de identidades que se detiene. En las culturas antiguas, incluso en la partida de los ancianos y ancianas, existe también una conexión con lo que queda: ese eslabón fundamental para la identidad de las comunidades y pueblos.

Con contextos de mayor o menor violencia, desde la construcción de los Estados modernos, la ancianidad es algo que comenzó a corroerse, a costa de la imposición europeísta como identidad y paradigma de vida. La idea del abuelo y abuela, empezó poco a poco a instalarse desde el lugar de lo que ya no sirve. Sin embargo, son los seres con experiencias de vida -sostiene Pachi-, “con las memorias y relatos, anécdotas y saberes. Siento que es por eso los sueldos de hambre, el no acceso a los medicamentos, por eso la quita de beneficios después de haber trabajado años, de haberlo dado todo en algunos casos por los hijos, hijas, nietos, nietas y la comunidad”.

En las comunidades originarias, hay muchas formas de ser abuelos. No siempre tiene que ver con la edad, sino en la posibilidad de trasmitir consejos, de guiar ceremonias y rituales, de poder sanar con la sabiduría de la naturaleza, y de trasmitir aquellos saberes a las generaciones más jóvenes. Son referentes y voces de autoridad.

“Los abuelos y las abuelas, son el sostén necesario para que la vida continúe, para que la memoria no se borre, para que la trasmisión oral de conocimientos, oficios y saberes -de la tierra y el cielo-, no se pierdan”, resalta Pachi y reivindica ese reconocimiento, lleno de respeto.

Hoy aparece un refuerzo de aquella política del olvido para los abuelos y abuelas. Se les quita un lugar en la sociedad productivista que ya desechó su fuerza de trabajo obsoleta.

Pero, ante las imágenes y las políticas del descarte, también aparece una sociedad que con su presencia en las calles, recupera aquel lugar del abuelo y la abuela, como guardianes de conocimientos, y como portavoces de una larga experiencia de vida, que trasmiten en sus  relatos orales.

Hay en todo esto un revés sobre aquella mirada occidental que considera a la vejez como lo que ya no sirve. Al menos, se habilita esa posibilidad, de que si se pierden los abuelos y abuelas, lo que se pierde es la memoria, y por lo tanto, la identidad de los pueblos.

“Un alma del mundo pidiendo a gritos que la valoremos, la respetemos y la cuidemos”, dice Pachi. “Hoy el gran desafío en esta etapa de la vida, es la de ocupar ese lugar que nos pertenece, porque aún tenemos sueños, certezas y vida”.

Las abuelas del Ojo de Agua

En diversas coplas y cantos antiguos, aparecen las abuelas con enseñanzas y reflexiones como legado: el respeto al cerro, ojos de agua y lugares sagrados.

Hace más de treinta años, Pachi Franco conoció a Doña Aidé, de quien pudo saber su nombre mucho tiempo después. Aidé era de las doñas que cultivaban en el Ojo de agua y bajaban a vender las frutas al pueblo de Capilla del Monte.

En ese encuentro que se hizo legado, Pachi les dedicó una poesía:

Venís, siempre venís

Con la luz que siembran los ojos nuevas certezas

Con el sol, a la hora de las mariposas.

Te veo con esferas de luz en las manos

alimentando a los pájaros

sanando corazones, besando panzas de mujeres rotas

iluminando sitios o almas cansadas.

Hermosa que de la estrella más nueva y brillante de la mañana,

detrás del cerro te veo venir. 

Diosa, caminante luminosa, soplando cuentos en

las orejas de los niños salvajes, inquietos, desobedientes.

Esos que sueñan a la luz de la luna, con árboles, duendes, naves

espadas y caballos con alas que suben a los confines de los universos.

Siempre es así.

Silenciosa, acariciando los párpados de los perros que esperan mansos.

Y de las abuelas que muelen maíz al lado del fuego, allá en la montaña

sobre el sendero.

Ellas te saben.

Ellas te cuentan

Ellas son, yo lo sé.

Cuando modelan la arcilla y preparan las ollas, las que se detienen para verte.

Ellas sí te ven.

Sos la señora blanca, gigante

que atraviesa los espacios y descansa debajo de las palmeras,

cuando generosas dan sus frutos.

Ellas te ven reflejada en el agua del río que baja,

y te cantan, te cantan todas juntas, sus oraciones y alabanzas.

Venís con el sol, desde el sol

sólo para enseñarnos el amor, así sencilla, bonita,

luminosa, con todas las abuelas de la tierra,

a despertar nuestros corazones al amor.

Te veo, te veo, entre las mariposas blancas,

entre las flores de este monte,

hoy con esferas de luz en las manos,

con esferas de luz en las manos,

con esferas de luz en las manos.

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