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Nora Cortiñas: la Madre de todas las batallas

Este fin de semana el pueblo de San Marcos Sierras tuvo una visita especial: Nora Morales de Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, viajó hasta allá, donde se presentó el libro de su biografía, escrito por el periodista Gerardo Szalkowicz, “Norita. La Madre de todas las batallas”. Una jornada conmovedora, que hizo de la noche sanmarqueña, un encuentro cargado de memorias hechas huellas en el presente.

Antes de la presentación del libro, compartió la tarde con Flavia Saganías, quien se encuentra en prisión domiciliara, acusada de instigar un ataque contra su ex pareja, denunciado por abusar de su hija, con una condena de 23 años que carece de fundamentos y pruebas. De ese encuentro, se llenó del amor y el compromiso, por parte de la “madre de todas las batallas”, la persona que entiende y siente lo profundo de las injusticias con el peso de la historia en su camino. “Ahora vamos a tener que trabajar más a fondo para que a Flavia le den la libertad como corresponde”, dijo más tarde durante la presentación.

Fotografía: María Eugenia Marengo

“Yo estoy acá como una pasajera del libro, que podría llamarse Raquel, Anita, el nombre de otras Madres. Se llama Nora, porque tuve la suerte de que Gerardo me eligiera para hacer una historia de una Madre, que puede ser la de todas”, comenzó Norita. El libro es un entramado indispensablemente colectivo: “fuimos un movimiento, todos salimos a la calle”, expresó, con sus 92 años y 45 batallando por ese otro mundo posible.

Fue en el salón del hospedaje Villa Luz donde una multitud se reunió para escucharla. Risas y lágrimas recorrieron junto a Norita anécdotas que afloraron como datos de la cotidianeidad cuando la lucha de las Madres comenzaba a hacerse visible en la Plaza de Mayo. “Nadie puede decir que el Terrorismo de Estado y la dictadura cívico, militar y eclesiástica, le pasó de largo. Entre todos lo superamos. No estuvimos solas”, dijo con esa inclinación natural que tiene para esquivarle a la amargura.

Fotografía: María Eugenia Marengo
  • ¿Queda mal que yo venga a presentar el libro que tiene mi nombre? Todos los días me lo pregunto. Estuve 45 años en la calle, como muchas madres – preguntó insistiendo en que esta historia es la de todas ellas y el pueblo argentino.

«Hice tantas locuras. Las más fuertes, putear a todos los militares que se me cruzaron»


Convencerla a Nora para publicar un libro con su nombre llevó un tiempo. Gerardo Szalkowicz, es periodista y contó que la primera vez que le propuso la idea, ella le dijo que no, no quería opacar a las otras Madres: “ahí me mostró su humildad y sencillez. Me mostró esa lucidez política de que la lucha siempre es colectiva y su capacidad de escuchar”, dijo el autor del libro y aclaró que el acuerdo tuvo dos condiciones: que relate la historia de su hijo, Gustavo, militante de la juventud peronista y la organización Montoneros, desaparecido el 15 de abril de 1977, y la de todas Madres.

Fotografía: María Eugenia Marengo

Coqueta, extrovertida y “pizpireta”, como le gusta decir, en su historia de vida le tocó atravesar la peor de las tragedias y logró transformar ese inmenso dolor en una lucha por todos los pueblos: “nuestros hijos nos han dejado ese legado”, dijo alentado a no bajar los brazos, ni conformarse, a organizarse para ser parte de un mundo mejor.

“Había dos misterios alrededor de Norita”, empezó Gerardo. El primero, cómo hace para estar en todos lados: “algo que nadie puede resolver, dónde queda esa aldea donde se alojan las mil noritas”. Su vitalidad plegada en esas arrugas de su rostro añejo, está surcada por el amor a sus hijos, Gustavo a quien sigue buscando y Marcelo, a quién sigue pidiéndole perdón por el tiempo que no le pudo dedicar. El aguante de las compañeras de la Plaza, son también su sostén, las guardianas de la primera línea.

El segundo misterio que la envuelve es: cuánto mide exactamente. Cuando sus nietos eran chicos, contó Gerardo, la seguían con un metro, pero nunca se dejó medir. En realidad, “Norita tiene la estatura del enemigo que ha decidido enfrentar. Si hay alguien que todos los días enfrenta al poder racista, colonialista, capitalista y patriarcal, es Norita. La persona más alta del mundo, está en Argentina y mide un metro y medio”, cerró.

Fotografía María Eugenia Marengo

Así este prólogo a la charla dio cuenta de un libro que es necesariamente una biografía colectiva, una excusa para abrazarla, homenajearla y agradecerle. Una persona que está pendiente de todo lo que pasa en cada territorio, de este y el otro lado del océano, tiene el corazón y la cabeza atenta a cada injusticia.

“Ahora hay actos que son Terrorismo de Estado”, dijo. “Cuando el gobierno mismo conforma un grupo que se llama comando unificado para reprimir la lucha social, es Terrorismo de Estado, ¿o no? Y cuesta, porque no queremos más esa historia”.

Norita recordó tanto la complicidad civil con la dictadura, como la de la iglesia católica: “Rezá madrecita, hacé un altarcito así te consolás”, le decían los curas, mientras en los campos de concentración roseaban con agua bendita a la tortura. Lo desgarrador de perder un hijo, de no saber dónde está, la llevaron a reivindicarlo, a tratar de recordar cuándo se le habrá despertado a su hijo la sensibilidad social. Y en ese intento de reconstruir en qué momento habrá sentido Gustavo por primera vez el dolor de lo injusto, el periodista radicado en San Marcos, Quique Pesoa, compartió un fragmento del libro que lo trae, y compartió cuando Nora, con sus temores de madre, le pidió a Gustavo que no se mostrara mucho en las movilizaciones, “yo no te voy a prometer eso mamá, sino voy yo, va el hijo de otra madre, y es lo mismo”, terminó de leer Quique con la voz entrecortada y los ojos mojados, extensivos a las lágrimas de todxs.

El pañuelo de los mil besos

“Yo lo llamo el pañuelo de los mil besos”, cuenta una de las anécdotas del libro, “porque muchas mujeres me abrazan y me besan me zampan en el pañuelo toda la pintura. (…) A veces cuando se me acercan las atajo y les digo ay pintada no. (…) Cuando llego a mi casa cada noche tengo que lavar el pañuelo en la piletita del baño. Lo lavo con jabón perfumado y lo dejo secar para el día siguiente. La otra vez me olvidé de lavarlo y cuando llegué a la Plaza abrí el pañuelo y estaba todo manchado! Así que agarré y me lo puse al revés. Pero la gente se daba cuenta y me decía Nora tenés el pañuelo al revés, y yo ay qué raro. Al final tuve que reconocer que había sido a propósito”.

Ese pañuelo, que alguna vez fue un pañal, el de los hijos e hijas que buscaban o el de sus nietos. Norita supo ponerse el pañal de Damián, el hijo de Gustavo. Hoy, un símbolo universal de los derechos humanos, del amor, de la verdad y la justicia. El Pañuelo que se imprime en la memoria y se levanta encarnado en cada batalla del presente. La historia de Norita está cargada de esa humanidad que nunca claudicó. De la tenacidad que hizo a las Madres para enfrentar día a día al poder militar en la búsqueda de todos y todas las que faltan. En el paso de ese recuerdo, Norita relató como tantas veces preferían que las lleve la policía para saber si encontraban a sus hijos en alguna comisaría.

“A veces nos llevaban presas cuando estábamos en la Plaza o cuando íbamos a dejar una carta a la casa de gobierno, siempre había un patrullero gentil para llevarnos la comisaría. Una vez nos estaban llevando y me acuerdo que tenía un pasaje para ir a Brasil con Chicha Mariani, Madre de Plaza de Mayo, de La Plata”. Ante el miedo de que sepan de ese viaje, empezó a comérselo despacito. “Al final me lo terminé de comer y cuando entré a la comisaría les dije, me pueden dan un vaso de agua?”. Y se lo terminó de tragar. “A la noche hablo con Chicha y me dice Nora yo tengo en mi cartera tu pasaje, y yo le digo, yo me comí el tuyo”.

A lo largo de dos horas, lágrimas y risas fueron parte de la alquimia poderosa que trasmite en cada encuentro. A sus 92 años fue interpelada por el feminismo y también se convirtió en el faro de varias generaciones. Su corazón abierto es una entrega cálida que enseña a amar desde lo inentendible, desde el vacío que deja el horror, “esa ausencia, ese dolor que siento todos los días, es el motor de mi compromiso”.

La sorpresa del cierre fue compartir una canción tan emotiva como toda la charla. Le puso voz a la canción “Como la Cigarra”, de María Elena Walsh y levantó, una vez más, su brazo izquierdo -con su muñeca envuelta por el pañuelo verde- para agitar su puño en alto haciendo presente a Gustavo Cortiñas y todxs los 30mil, con ese grito que significa todo lo que siente adentro: ¡Venceremos!

Fotografía: María Eugenia Marengo

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