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Temporada turística en San Marcos: la máquina de humo o de alcohol en gel

Se avecina el verano ¿y también la temporada turística? Desde San Marcos Sierras, Violeta Collado analiza algunos escenarios presentes en una localidad turística, mientras dura la pandemia.

Imagen: Municipalidad de San Marcos Sierras

Por Violeta Collado – Agenda San Marcos

Tengamos o no temporada turística en San Marcos, vuelve la pregunta de todos los años: ¿cómo nos va a ir en el verano? Sin embargo, la incertidumbre de la situación sanitaria complejiza la discusión. Este sería el título de la serie de reuniones que inició semanas atrás la Municipalidad con los distintos sectores del pueblo involucrados en la temporada: gastronomía, hotelería y… arte. Más concretamente, la convocatoria fue realizada para escuchar propuestas para un posible protocolo turístico.

Pero mientras lo que en el mundo es un problema que evidencia y profundiza los viejos males de este sistema civilizatorio, las cosas en el pago suenan conocidas. La misma tensión política que a escala nacional llevó a que las restricciones por la cuarentena se abran con criterios dispares, se refleja en una vieja discusión sobre el perfil turístico del pueblo.

Covid or not Covid

¿De qué viviremos los pueblos turísticos? ¿Es posible para esta región optar por un sistema de puertas abiertas o nos exponemos al colapso del sistema sanitario? La misma tensión que hoy pone en escena la longitud de la cuarentena, llega a San Marcos pero agrega un componente. Ahora no sólo se discute qué perfil de turista se espera sino también, quiénes pueden ofrecer condiciones para cumplir con los protocolos de bioseguridad para ese turismo.

Como si no fuera suficiente, la quema de monte nativo que nos invade de dolor estos días agrega un componente de desazón: avanzan los emprendimientos inmobiliarios y las condiciones para sobrevivir en los tiempos que vienen son preocupantes.

En este contexto, el municipio convocó a un diálogo en el que busca consenso para una decisión que parece casi tomada, aunque por lo bajo cada uno sostiene que no cree que sea posible. Más bien parece que sólo se busca una autorización formal para que los operadores turísticos de mayor peso tengan garantizada su actividad, aunque en la práctica eso ponga en riesgo a toda la población. En la charla mano a mano, a todos les preocupa por igual que, aunque las condiciones de ingreso sean restrictivas (sanitaria y económicamente) no se pueda asegurar su efectividad.

Protocolo es cultura

También convocaron a las reuniones al sector cultural que, una vez más, es reconocido como un actor clave en el perfil turístico del pueblo, pero más para la foto que para escuchar su opinión. El desencuentro arranca desde el inicio, desde la invitación a una reunión designando a criterio personal a representantes de distintas disciplinas. El registro de la reunión fue anunciado por redes sociales como los preparativos para la nunca tan esperada temporada turística.

El alboroto que siguió luego refleja el recorrido que va desde la participación a la organización, pasando necesariamente por la construcción de representación en un colectivo, el de las y los artistas, que es, por definición, heterogéneo y diverso. Un recorrido que ya tiene su camino trazado y que resurge cada año ante esta discusión sobre “qué temporada queremos”. La gestión pública local reclama que estén presentes para ser tenidos en cuenta. En cambio, suele cometer el error de olvidar invitar a aquellas organizaciones culturales que no son afines y sólo se disculpa por ello. El problema es que el gesto invisibilizador queda sin resolverse y enturbia la comunicación.

A pesar de esto, los y las artistas, siguen impulsando su organización, buscan escucharse y recabar información sobre las distintas opiniones internas para presentar una posición de mayor peso en la mesa de decisiones. Organización desde las bases, como debe ser. Más aún en un año donde todos debieron reconvertir sus proyectos de subsistencia y de cara a un próximo año donde el desafío será mayor aún.

Voces que dicen…

Escuchándose y escuchándoles, la idea general es que, de suceder, será una temporada poco próspera para la mayoría y habrá que seguir dedicados a sobrellevar la pandemia activando huertas, compras comunitarias y generando alternativas económicas más allá del arte. Asumen que los riesgos que se corren son muy altos, es la salud lo que está en juego y la perspectiva de un recomienzo de año en fase 1 no entusiasma a nadie.

Otros, consideran también que una temporada protocolizada también será un verano lleno de controles y vigilancia, algo que sería perder el privilegio de la flexibilidad actual donde, las mismas autoridades lo reconocen, dejan la exposición de los chicos en la plaza a criterio de los padres:“Va a estar todo muy restringido, prefiero que no haya temporada porque lo único que va a pasar es que se nos va a llenar de controles y policías.”También se oyen voces que están al límite, que asumen el riesgo porque toda su economía depende de su labor artística y apoyan la realización de la temporada porque no ven otra opción y que, aun sabiendo que todo es incierto dicen:

“Quiénes van a llegar, cómo nos va a rendir económicamente, no tenemos respuesta, sólo lo vemos como mini oportunidades. Es un mínimo entre las cero posibilidades que tenemos ahora.”

Para ellos y para quienes no cabrán en ningún protocolo artístico posible resta pensar otro tipo de soluciones. En el recorrido, también hay propuestas intermedias, ensayos sobre lo posible: hacer cultura para el pueblo, antes que para los turistas. Algo que sí genera una mirada distinta a la de los últimos años donde la discusión habitual en esta época del año es por las tarifarias, los decibeles, las representatividades, los sectores, etc.

“Nuestra propuesta es intentar una apertura de la actividad cultural antes de la temporada para evaluar nuestras posibilidades reales.”

Parece difícil pensar y asumir formalmente una temporada turística sin colisionar con los protocolos vigentes. Pero mientras tanto, la apertura de las actividades es un hecho fuera de todo control posible y las asimetrías se profundizan. Las incoherencias sobre los criterios de restricción para unas actividades sí y para otras no aumentan el malestar en un escenario que va para largo.

Paciencia, el primer año de cuarentena siempre es el más difícil…

¿Hay opciones? No. En todo caso hay variantes. Versiones. La vida cotidiana entró de un salto en la virtualidad que hace unos años nomás era cosa de ciencia ficción. Y aún en lugares desenchufados por propia determinación como San Marcos, la conectividad se reveló en toda su necesidad. Y el sector cultural se vio empujado a buscar ese escenario mientras aprendía a habitarlo.

“Pusimos mucho esfuerzo en capacitarnos en nuevas tecnologías, internet. Recibimos media beca del Fondo Nacional de las Artes y la usamos para poner wifi en casa.”

La mayor apuesta de la gestión cultural local es ofrecer una plataforma de streaming para que los artistas locales puedan hacer espectáculos. El plan es ofrecerlo a todos pero “vamos de a uno y al azar”. Con lo cual, los más lejanos en el intercambio cotidiano, seguramente serán los últimos de la fila, salvo que armen un buen revuelo en el pasillo. Son los riesgos de una gestión desalentada por la ausencia de presupuesto y un contexto que requiere de inventiva para crear nuevas preguntas a un universo que impuso una única respuesta.

Consultados especialmente para esta nota, Gustavo Guevara, a cargo del área de cultura local, destaca entre sus acciones el haber dado avales para las gestiones de ayudas y subsidios del Estado Nacional, y la distribución permanente de notas y cartas pidiendo ayuda económica. En esta lógica, sostiene que la realización de los espectáculos vía streaming permitirán realizar un registro de la actividad cultural y fortalecer la demanda de más ayuda económica.

Estas acciones se completan con la distribución mensual de 40 bolsones de comida gestionados con el Ministerio de Desarrollo provincial y el apoyo a las Ferias locales y la organización de unidades productivas. Algo que habrá que averiguar si toda la comunidad cultural está bien al tanto o si queda entre los más cercanos. Porque, el mismo Guevara reconoce que una de las principales dificultades de su gestión está en la comunicación de sus acciones. Mientras que entre sus virtudes está la de saber escuchar y llevarse bien con todos:

“Siento que tengo que aprender un montón. Me falta llegar a todos los sectores, hablar un poco más. Veo que es necesario exponerse más al micrófono o a la cámara, que no son lo mío. A favor, reconozco que sé escuchar. Estoy en un aprendizaje. Me gustaría llegar más personalmente. Busco invitarlos a que se lleguen. Me sería más fácil si hubiese delegados. Me llevo bien con todos, necesito que estén más comunicados conmigo. No soy un funcionario para un solo sector. Las cosas que no puedo hacer son o por plata o por el protocolo.”

Pero entonces… ¿de qué vamos a vivir?

El diálogo sigue abierto y es saludable que sea así. Vale recordar que la mejor gestión pública posible es aquella que logra darle un lugar especial en la mesa a quienes no tienen muchos lugares donde hacerse oír. Y que no se trata sólo de atenderlos sino de dar espacio a sus necesidades. Si siempre escuchamos a los mismos, es de suponer que hay gente que está quedando afuera. Por otra parte, la relación de tensión del arte y la política siempre trazará un arco de tensión que sirve para pensar desde nuevos ángulos.

Otro dato llamativo de estos tiempos pandémicos, es la dispersión que genera la posibilidad de seguir adelante con algún protocolo que valdría para algunos géneros o disciplinas artísticas y para otros no. ¿Qué estrategias de solidaridad estamos diseñando para contener todas las situaciones? ¿Estamos pensando colectivamente o se repartirán las soluciones entre sectores o actores según la suerte que les deje el Covid y los protocolos?

Si el dilema es vida o cultura sólo resta mencionar que la cultura es una realidad humana y es una falacia pensarla como un sector débil. En su esencia no necesita proyectos ni diseños de gobierno. Sólo gestiones que la reconozcan y acompañen en toda su profundidad para no obstaculizar su poder de generar cambios sociales. Lo que no se puede descuidar es el esfuerzo conjunto y solidario de una sociedad.

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