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Historia de una foto

Hubo una época en que la sirena del tren era el ritmo de los lugares. Definía el tiempo que indicaba los momentos y se convertía en una pauta cultural. Hay un anhelo que sigue intacto: que pronto ese sonido amanezca en medio del silencio matinal del pueblo que se convirtió en ciudad.

Era el año 1950, quizás una tarde de invierno. La línea del tren -que unía Córdoba y Cruz del Eje- pasaba por la estación de Capilla del Monte, marcando el tiempo con su sirena. Este tren era un coche motor “Ganz”, de origen Húngaro, importado desde Budapest, de trocha angosta, diesel y autopropulsado. En cada extremo había una cabina, haciendo más sencilla la maniobra del retorno.

Llegaron en la década del ’30 y su comercialización con la firma húngara “Ganz”, cesó cuando estalló la 2da. Guerra Mundial. Estos coches simples -que podían acoplarse de a dos- vinieron de diez tipos diferentes. Por fuera eran similares, un aspecto metálico de la forma de una bala acorazada, parecía cortar el viento serrano en su andar. Por dentro, variaban según el propósito para el cual se encargaban: de pasajerxs, cargas o encomiendas.

Cruz del Eje, ubicada al noroeste de la provincia, inauguró el primer tren en 1890. Ese mismo año se construyeron los talleres donde se reparaban máquinas, vagones de pasajeros y de cargas. Con el paso de las décadas, la ciudad fue un punto de referencia, concentrando a 3000 trabajadores, siendo el ferrocarril la principal actividad económica de la región.

La línea ferroviaria que unía a Córdoba con la localidad de Cruz del Eje, comenzó a construirse en el año 1889. El primer tramo se terminó en 1891 y quedó habilitado como “Ferrocarril Córdoba del Nor Oeste” hasta La Calera. Luego, el transporte de carga y pasajeros, conectaría a Córdoba con el norte de su provincia, llegando hasta el poblado cruzdelejeño.

Antonieta Galeazzi de Romero tiene 97 años y recuerda tomarse el Coche Motor desde Cruz del Eje a la madrugada, para ir al médico que la atendía en Córdoba. “A las cuatro de la tarde estaba de vuelta en la estación, a esa hora salía de nuevo ese Coche Motor y llegaba a Cruz del Eje a las nueve de la noche”, dice Antonieta y cuenta que el tren era el único medio de transporte que tenían para llegar hasta la capital.

A través de 147 kilómetros, el tren cruzaba cerros y valle por el luego llamado ramal A1 del Ferrocarril General Belgrano. Décadas de movimiento permanecen en la memoria de las comunidades y en las fotos que lo inmortalizan. En 1978, el chirrido vibrante de los rieles se detuvo. El mapa de las vías que llegaban hasta Cruz del Eje se transformó en un archivo, un trazado del pasado, una vena abierta de durmientes, que aún hoy marcan límites entre barrios.

La vida de un siglo sigue latente a través del ferrocarril, tan significativa como para re pensar la historia del Estado. De las masivas resistencias obreras a la conformación de importantes sindicatos: La Fraternidad (1887), Unión Ferroviaria (1922), hasta la traición de sindicalistas y políticos; hoy sus rieles resuenan -incluso dónde es sólo una estación vacía- y se expanden por los territorios más allá de las divisiones.

Hubo una época en que la sirena del tren era el ritmo de los lugares. Definía el tiempo que indicaba los momentos y se convertía en una pauta cultural. Hay un anhelo que sigue intacto: que pronto ese sonido amanezca en medio del silencio matinal del pueblo que se convirtió en ciudad.

Foto del tren: Capilla del Monte, 1950.

Archivo General de la Nación

Departamento de Fotografía/ Caja 3467, Inv: 202402.

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