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Proteger al bosque que nos protege  

Julio Guevara es guardaparques y fue jefe de Bomberos de Capilla del Monte. A cargo de la reserva Uritorco, dialogó en Una Radio Muchas Voces, sobre la importancia de que se apruebe el proyecto de creación de un área natural que refuerce la conservación del monte nativo en el faldeo occidental de las Sierras Chicas, uno de los últimos relictos del orco quebracho.

Un cielo a contra luz se abre al prólogo de un otoño. Pronto, los vestigios rojos de quebrachos permanecerán hasta la primavera. La entrada a la Reserva Provincial -creada en 1991- es un manto de monte que rodea al Cerro Uritorco y a las 964 hectáreas que conforman la Estancia.  

Desde la cumbre de esta montaña, la más alta de la Sierras Chicas -llamadas antiguamente Viarava- el valle se viene encima. El paisaje se percibe en una cadencia que nunca repite su composición. Esta área natural protegida cargada por densos bosques de orco quebracho, cubren las faldas del cerro y transicionan entre un verde oscuro a un cobrizo que indica la caída de sus hojas. Palmas de caranday, molles, chañares, espinillos, cocos, se estiran gradualmente hasta los casi 1500 metros de altura sobre el nivel del mar, donde ya quedan, por la altitud y el frío, líquenes y musgos, cubriendo la piel en esta porción de la tierra elevada.

Capilla del Monte, forma parte de una de la regiones fitogeográficas de mayor extensión del país, que a su vez es parte del Gran Chaco Americano representando el ecosistema más grande de bosque seco en América del Sur. El agua y el monte son algo indisociable y cumplen un rol preponderante en el aprovisionamiento, en la recarga de las napas, vertientes y ríos.

“Estamos insertos dentro de lo que es la cuenca hídrica más importante de la zona norte. Todo lo que es el bosque nativo que recubre nuestras sierras, a pesar de que no se ven los cauces y ríos, es la esponja que hace que los pueblos tengan agua durante todo el año”, dice Julio y da cuenta del valor de este ecosistema vital para la retención de agua. 

El río Calabalumba se encajona entre las laderas quebradas del cerro. Rodeado de monte, en sus caminos también se puede encontrar peperina, carqueja, poleo, palo amarillo y otras variedades de hierbas medicinales. Una diversidad de aves se nutre de este entorno que aún perdura sin alteraciones, aunque la cercanía humana siempre conlleva a una modificación del hábitat de la flora y la fauna,  algunas especies, como el puma, se han ido corriendo de este reservorio.

En un contexto de cambio climático, la necesidad de fortalecer áreas de protección natural como éstas, apunta no sólo al desarrollo turístico, sino en sostener los pulmones del mundo, garantizar que el ciclo de la existencia siga de manera equilibrada. “Sobre todo a la conservación del ambiente que hace que  tengamos una mejor calidad de vida, que lo aporta la naturaleza”, dice Julio.

El estado legislativo del proyecto

En el año 2011, se comenzó a armar este proyecto que se orienta en ampliar la zona de protección con un total de 36 mil hectáreas. Se trabajó junto a técnicos y profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Provincial. El biólogo Cristian Schneider estuvo a cargo de los grupos para el relevamiento de en las zonas rurales, monitoreo y mapeos. De esta manera, se visitaron vecinos, vecinas y propietarios/as de campos. Hubo reuniones con la Secretaría de Ambiente provincial, la municipalidad y la reserva del Complejo 44, hasta que en octubre de 2016 se presentó el proyecto de creación de la Reserva Hídrica Forestal Natural Uritorco y Sierras de Cuniputo. “Esto transformaría lo que es el área de conservación más importante que tiene Capilla del Monte hoy  -la reserva Natural Forestal Cerro Uritorco-, en un área que abarcaría toda la zona de Capilla hasta Charbonier”, dice y aclara que cuando se habla de una reserva no quiere decir prohibir, sino regular.En todas las reservas hay zonificaciones, y según el estado de conservación del bosque, se va dando lo que se puede hacer y lo que no”.

La futura reserva limitaría hacia el oeste con la Reserva de Quilpo: “que es la línea divisoria de aguas de las Sierras de  Cuniputo (son las sierras de San Marcos). Ahí se divide el agua, hacia el este y el oeste, límite que separa la reserva de Quilpo y la de Uritorco, -detalla Julio y continúa- hacia el norte, el límite que divide Punilla con Cruz del Eje, de ahí se va hacia la Sierra de Copacabana-Masa, lo que es el Cerro Pajarillo por detrás. Subimos desde el norte hacia el sur y por el este, parte de Ongamira, Valle de Luna, Charlaqueta, el cerro Minas y lo que sería el Dique Los Alazanes. Llegamos hasta lo que sería Dolores, y de ahí bajamos en línea recta, de este a oeste”.

Este proyecto fue presentado en la Legislatura, junto con el proyecto de creación de Reserva de Quilpo y otro en Salinas Grandes. A la fecha, sólo queda por aprobarse el de la región de Capilla del Monte, que se encuentra en la Cámara de Asuntos Ecológico, donde permanece pendiente su tratamiento.

De aprobarse se generaría, además de una mejor conservación a la zona protegida, una jerarquización al lugar. “A nivel internacional el hecho de tener reservas con bosques en buen estado de conservación y hacer actividades que inserten la dimensión humana en eso, hace que se vea diferente y se jerarquice: jerarquizar significa tener un lugar reservado que te brinde los servicios ecosistémicos necesarios, agua, aire, el clima en condiciones, para que se desarrolle una comunidad”, explica.

Por otra parte, en términos de desarrollo económico, Julio se refiere a la industria verde: “que es la naturaleza que apunta al turismo”. La reserva abre así un abanico de posibilidades que implican, generar más turismo, garantizando que la regulación inserte esta actividad desde una perspectiva sustentable con el ambiente.

Sin embargo, la demora -de ya casi siete años- en la sanción de este proyecto no es correlativa con el avance de los negocios inmobiliarios, proyectos empresariales y loteos desmedidos, que buscan reductos naturales para promover el negocio y la acumulación de ganancias a costa del sacrificio de zonas naturales. Incluso, aún hoy con la sancionada ley de bosques, que debe responder a través de las ordenanzas municipales para respetar porcentajes de coberturas y diámetros de extracción de ciertos árboles, las declaradas zonas rojas están en riesgo de ser alteradas sino existen este tipo de figuras legales que las proteja.

“Hay movimientos inmobiliarios en toda la zona del Valle de Punilla, en particular en nuestra zona, en parte están retrasando la salida de este tipo de actividades de conservación. Negocios inmobiliarios y agrarios, son una de las causas que más traban estos proyectos que están en distintos lugares del país”, advierte Julio.

En Capilla del Monte, el desmonte indiscriminado en loteos, la falta de un uso racional del paisaje, las construcciones a cotas elevadas, llevaron a que, en el año 2014, se sancionara un proyecto de ordenanza para la creación de la Comisión de Ordenamiento Territorial. Allí se puso un límite a la construcción en altura, principalmente en barrios como Valenti y Villa Cielo.

No obstante, las construcciones sin control continuaron y la necesidad  de planificar y proteger las áreas naturales, sigue siendo primordial. “Nuestra casa -dice Julio- el norte del Valle de Punilla, el Monte Chaqueño, tiene derecho y también genera vida. La protección del ambiente va más allá de los espacios políticos, es lo que dejamos a futuro a quienes nos preceden, la calidad de vida sus habitantes”, concluye.

*Fotos: Euge Marengo

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