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Espinillos en verano: del monte a la mesa

Vachellia caven es el aromito, churqui, espinillo blanco o aromo criollo. Hay muchas formas de nombrarlo y en cada estación este árbol tiene algo que lo caracteriza. En este verano que recién comienza, sus semillas pueden ser unas sabrosas arvejas para la ensalada de estas fiestas.

¿Quién no conoce al espinillo? Los montes de este árbol recorren la provincia de Córdoba  y gran parte del norte argentino. También se distribuyen por algunas zonas del litoral,  Paraguay, Brasil, Chile y Bolivia. De ramas tortuosas y espinas cónicas que se estiran hasta los 3 cm, -cuando el ejemplar es joven- para defenderse de los animales herbívoros. “Luego cuando desarrolla mayor tamaño, las espinas son más pequeñas. Fenológicamente van cambiando con la edad y el desarrollo en tamaño de la planta”, explica la Ingeniera Forestal Natalia De Luca.

Este árbol despierta al monte en primavera con el mejor de los aromas. Por eso sus flores, esos pompones amarillos, hacen del aire una fragancia dulce. El espinillo o aromito, es el olor de la primavera en la región del Chaco Serrano.

Foto: Eugenia Marengo

Cuando llega el verano, sus frutos, una chaucha leñosa y gruesa con forma de cilindro, cuelga desde sus ramas grises, que llegan hasta los 10 cm. de largo y en las regiones más cálidas  aparecen hasta dos veces al año.  “En regiones con inviernos fríos y secos fructifica sólo una vez, pero puede florecer hasta dos veces”, dice Natalia.

El fruto aloja un tejido esponjoso que guarda sus semillas. Así, diciembre es el mes de la cosecha de las “arvejas del monte”, cuando aún las semillas están verdes.

Foto: Eugenia Marengo

 “Las semillas llegan a la madurez fisiológica cuando al abrir la chaucha ves que ocupan todo el espacio y ya no pueden crecer más”, explica Natalia. “Están como en un estado lechoso y se consumen -es una leguminosa- como cualquier poroto”. Las semillas pueden comerse crudas o hervidas. Estas arvejas de monte combinan muy bien con la tradicional ensalada de papa y huevo. Incluso, se pueden comer en guisos, o secas y molidas como la harina de arveja.

Otra alternativa entonces es dejarlas secar y almacenarlas. Luego, hay que cocinarlas durante un largo rato para que se ablanden, inclusive ponerlas en remojo: “eso va para todas las leguminosas y el espinillo, que es de la misma familia, aplica esa técnica que siempre usamos para las legumbres secas”, expresa Natalia. O sea: las podemos comer tiernitas -en el momento en que maduraron- o las dejamos secar y las procesamos de alguna manera para poder comerlas.

Cuando el fruto se endurece y se torna oscuro, ya está maduro y es posible moler las semillas para hacer una harina que tiene un alto valor proteico. Como otros frutos del monte, se las pueden tostar y moler para hacer infusiones similares al café.

Foto: Eugenia Marengo

Pero también el espinillo es medicina. Sus propiedades son variadas: astringentes y cicatrizante, digestivas y analgésicas. Tanto la corteza, las hojas y las semillas tienen propiedades curativas. El té de su corteza se usa en gárgaras para ronqueras y en gotas para la otitis. Mientras que sus aceites esenciales, pueden resultar un destilado de tonos suaves, una alquimia dulce y alimonada. Su perfume es una inmersión olfativa a la temporada primavera-verano en las sierras.

Este árbol está muy enriquecido en proteínas, “porque el espinillo -al igual que otras leguminosas-, tiene la capacidad de fijar el nitrógeno atmosférico, a través de unos microorganismos que hacen simbiosis con sus raíces en el suelo. El espinillo en toda su estructura tiene mucho más nitrógeno que cualquier otra especie, y eso lo comparte con especies de su misma familia”, agrega Natalia y comenta que la fauna silvestre y el ganado también lo consumen y con eso incorporan nitrógeno en su dieta.

El espinillo tiene el follaje de caduco a semi-caduco. Cada año, al caer sus hojas, frutos, semillas y ramitas, -todo enriquecido de nitrógeno- va fertilizando de manera natural a la tierra.

Además, esta especie tiene un importante rol ecosistémico en los paisajes serranos, en el Espinal y la región Chaqueña de llanura. “Cuando hay un disturbio, ya sea natural o antrópico, el espinillo tiene  la capacidad de regenerar el ambiente”, dice Natalia y cuenta que es una especie que tolera el suelo empobrecido, la falta de agua, o el rayo directo del sol. Entonces, al germinar en situaciones adversas, “va cambiando las condiciones alrededor de su hábitat y generando un mejor entorno para que habiten otras especies que necesitan su media sombra, el suelo con más nutrientes y humedad”.

Foto: Eugenia Marengo

A veces se suele escuchar que el espinillo es una planta invasora. Esta afirmación es una lectura equivocada, explica Natalia, porque cuando vemos  el paisaje cargado de espinillos, significa que ese ecosistema se está regenerando: “es un ambiente esperanzador”, dice y resalta cómo después del espinillo aparecen muchas otras especies, y van sucediendo las comunidades bióticas, -la sucesión ecológica- que es la evolución natural de un ecosistema.

El Churqui y la leyenda

Churqui, esa palabra antigua que lo nombra,  lo convierte en leyenda. Las memorias orales cuentan que hace mucho tiempo, en la región del litoral, la viuda de un guerrero estaba con su pequeño hijo cuando apareció un yaguareté. Corrieron hacia un monte de aromitos, cuyas ramas se cerraron al pasar, haciéndose refugio y defensa con sus espinas. Cuando llegó la noche, el sol dejó su calor sobre los aromos y así evitaron el frío.

Desde entonces en primavera, los rayos del sol duermen sobre sus copas quedándose en flores doradas.

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Se dice que después de un disturbio el espinillo es pionero. Tiene la resistencia y la nobleza de mejorar las condiciones para que la vida de otras especies aflore. No hay sequía que apague su inflorescencia, o evapore la fragancia más dulce que convierte al monte en primavera.

Ese florido brillo que resalta entre los marrones de la serranía, o entre los azules de los ríos,  se hace una transición de colores al atardecer. Recolectar y cargar una taza con diez de sus pompones, puede ser una energizante infusión. Un buen brebaje para despedir el día, un  ritual para conectarnos con lo que nos rodea, con lo que somos, ahí, en ese paisaje que nos hace existir.  

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