AmbienteDestacados

Córdoba y el fuego que nunca se apaga

Hace más de una semana que los incendios devastaron distintos puntos de la provincia de Córdoba. En el año 2020 -durante tres meses- se quemaron más de 300 mil hectáreas de superficie. Ahora, tan sólo en la región de Punilla, el fuego se llevó poco menos de 50mil. Una primavera incendiada, en medio de vivencias que se recrean entre el fuego descontrolado que volvió a cercar al Valle de Punilla

Por Agustín Fontaine y María Eugenia Marengo

El jueves 19 de septiembre la montaña comenzó a arder en la zona de Capilla del Monte. Una mecha encendida que aún marca el relieve de los cerros. Esa noche el cielo sobre las casas se hizo un manto anaranjado con olor a quemado. Los focos comenzaron a desperdigarse de un lado a otro de la ruta nacional 38: San Esteban, Dolores, San Marcos Sierras, Charbonier, Santa Isabel, Escobas, Copacabana, Ongamira y Quebrada de Luna. Una chimenea gigante que humeaba sin cesar.

Foto: Agustín Fontaine

Alrededor de 40 casas destruidas, familias evacuadas, y la desesperación ante lo irremediable se hace un latido común entre brigadistas, bomberos, guardaparques y vecinos y vecinas. Un pronóstico de lluvias desalentador y la sensación de que el cerco del fuego nunca se termina. Negocio inmobiliario. Ganadería. Cableado eléctrico en mal estado. Basurales a cielo abierto. Autovía de Montaña: las principales razones que dan origen cada año a los incendios en la provincia de Córdoba.

En casi todas, la necesidad del desmonte -incluso en muchas zonas protegidas por la Ley Provincial 9.814 de Ordenamiento Territorial de Bosque Nativo-  es un factor común que se hilvana en el entramado del modelo capitalista que avanza sin dar tregua a la vida. En otras, la idea de ganar más a costa de precarizar todo lo posible. El monte chaqueño, que ocupa apenas un 3% del norte cordobés, necesita de mínimo un ciclo de ochenta años para recuperarse.

Tierra arrasada

En un incendio los montes pueden levantar una temperatura superior a 400 grados. El sonido es una de las cosas que más impresiona cuando el fuego avanza. “Si se cayó un quebracho o un algarrobo, y hay suelo barroso, está cocinado como un ladrillo. En los quebrachales, puede subir hasta más de 1000 grados. En una casa, hasta los 1500”, explica Duncan Hogg, guía de montaña, paramédico y bombero profesional, a cargo de las guardias en el cerro Uritorco de Capilla del Monte.

Foto: Eugenia Marengo

Cada año, el final del invierno es el momento de mayor riesgo de incendios. Sin embargo, las respuestas desde el Estado provincial siguen siendo insuficientes. El desastre ecológico también radica en la denominada bi fauna, ya que es el momento de nidificación de las aves. Mientras que por debajo, el ecosistema que subyace para que la vida continúe su ciclo en equilibrio, fue alterado.

Con viento a favor, un fuego en un pajonal puede correr treinta metros por segundo. Hay dos formas de propagarse a nivel temperatura: si no hay viento, quema en un lugar, levanta mucho calor y no se desplaza. Con viento se desplaza muy rápido, pero no levanta temperatura: “aunque sea de mayor superficie, si no llega a matar a todos los microorganismos del suelo, es más beneficioso que un fuego chico”, explica Duncan.

Foto: Eugenia Marengo

Las consecuencias ambientales también afectaron a la producción apícola de la región. “En la zona que se quemó había nidos silvestres de las abejas que viven hace millones de años, que también tienen propiedades medicinales, sin reemplazo. Con ellas muere el bienestar, la cultura, el alimento,  la medicina y los saberes de los pueblos. Las abejas son un símbolo de prosperidad para el noreste de Córdoba”, explica Melisa Geisa, Doctora en Ciencias Biológicas, investigadora, docente y apicultura de San Marcos Sierras.

El horizonte es una imagen oscurecida con árboles humeantes. El suelo permanece caliente. La guardia de cenizas es vital. El parámetro para levantar una guardia se basa en la tabla del riesgo de fuego, “la tabla de los 30”, dice Duncan: más de 30 grados, viento a más de 30 km por hora, o menos de 30% de humedad. “Si tenés cualquiera de esos factores, hay que dejar una guardia sí o sí”.

La sensación de muerte es tan real como cinematográfica. El paisaje de lo que queda se siente como pisar una superficie lunar, un gris inerte de película futurista que dejó la vida en otra era. Un ecosistema de pastizal puede tardar cuatro años en recuperarse, pero el monte chaqueño, para volver hacer un bosque sano, tiene ciclos de hasta ochenta.

Natalia de Luca es Ingeniera Forestal, integra la mesa técnica de la Coordinadora en Defensa del Bosque Nativo (CoDeBoNa). Explica que la recuperación del monte sucede naturalmente, es un proceso que se denomina sucesión ecológica secundaria. Sin embargo, “cuando al ecosistema se lo somete a nuevos disturbios o presiones (sobrepastoreo, fuego, topadora, motoguadaña, extracciones, presencia de especies exóticas invasoras, apertura de caminos, loteos, minería), en vez de regenerarse, comienza a degradarse”.

La puesta en escena

Sobre la ruta 38, en una de las entradas a la localidad de Capilla del Monte, funciona la base operativa que reúne a bomberos, el Equipo Técnico de Acción ante Catástrofes de Córdoba (ETAC), el Departamento de Unidades de Alto Riesgo (DUAR), autoridades políticas, y personal militar que instaló una antena de internet y procura dar apoyo logístico.

El día miércoles 25 de septiembre, en una conferencia de prensa, el Ministro de Seguridad de Córdoba, Juan Pablo Quinteros, mientras se esperaba la llegada del presidente Javier Milei quién sobrevoló luego la zona en helicóptero sin bajarse, se refirió al estricto control policial para prevenir los incendios y se enfocó en el castigo hacia quienes lo ocasionaran. Su relato se reforzó con los datos arrojados por la Fiscal de Cosquín, Paula Kelm, quién detalló la cantidad de personas hasta el momento detenidas por ocasionar incendios en distintos puntos de la provincia, de las cuales, “tres personas están sometidas a proceso, tres ya condenadas, tres privadas de la libertad y cuatro libres”. “Como mensaje final -apuntó el Ministro- en Córdoba el que ocasiona un incendio va a ir preso, tanto accidental como intencional”.

La individualización del delito, deja por fuera un análisis sobre las causas estructurales que profundizan una situación que se agrava cada año. “Hay una marcada definición de espacios gubernamentales para querer cambiar el uso del suelo y la ley de bosques para aquellas zonas que son afectadas por los incendios”, dice Melisa.

“Estamos frente a una fuerte pelea de modelos de producción y de formas de vida. Es un escenario planificado y sostenido por estos espacios, que intentan modificar el modelo de vida en la zona donde antes teníamos bosques”.  

La historia de los incendios en Córdoba no es nueva. El número de hectáreas quemadas en 2024 se asemeja al año 1987, al 2003 y al 2009. En 1988 el avance del fuego implicó unas 350000 hectáreas quemadas. «recuerdo la inacabable presencia de humo», cuenta una vecina que recuerda ese incendio. Al terrible incendio del 87 se le asemeja el del 2020, unas 320000 hectáreas. Pero en comparación, el indice de afectación sobre lo poco de monte nativo que queda hace que el del 2020 sea mucho mayor. En el 87 había más de tres millones de hectáreas de bosque nativo y en 2020 no llegaban a las seiscientasmil. Este incendio abarca una superficie menor en la provincia pero carga sobre sus espaldas un acumulativo. Todavía no logra recuperarse gran parte del bosque perdido en 2020.

La sensación de estar permanentemente en tierra incendiada nos puede llevar a creer que nada se puede hacer. Sin embargo, Córdoba tuvo años con niveles bajísimos de hectáreas afectadas: 2135 en el año 2014, 4200 en el año 2007.

Este 2024, como parte del impacto de la Ley Bases, apoyada por 15 de los 18 legisladores cordobeses- se eliminó el fideicomiso para la administración del Fondo Nacional de Manejo del Fuego. “Donde hubo fuego, negocios quedan”, dicen desde los sectores ambientales que pusieron en escena otra de las consecuencias que compete al Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI), al cual el gobierno de la provincia de Córdoba adhiere, mientras que a nivel nacional se ejecutó apenas el 26,7% del presupuesto vigente de la ley del Manejo del Fuego.

A nivel provincial, el presupuesto del Ministerio de Ambiente y Economía Circular de la fue de 9.404.385.000, de ese monto, -explica la legisladora cordobesa por el FITU, Luciana Echeverría-, sólo se ejecutaron, 4.669.660.495, menos del 50%, del cual el 75% fue destinado a planta del personal del Ministerio, sin ninguna ejecución de un programa específico para el ambiente y la prevención.

Si te sirvió la información, sumate colaborando para sostener este medio. Aportá $1000 haciendo click aquí

Volver a empezar

Guadalupe Martínez -Lupe- camina por lo que quedó de su casa en la localidad de San Esteban. Sobre el piso barrido tantas veces, va despejando el manto negro que lo cubrió todo. De a poco, recuerda sus libros, los de sus niñas, la disposición de las cosas en lo que alguna vez fue su casa. “Sentía que el fuego iba a llegar”, dice una semana después. “Les dije a mis hijas que nos íbamos, que agarren algunas cosas y salimos”.

Era el viernes 20 de septiembre, y el fuego había amanecido cerca de las viviendas. Una de sus hijas recuerda como una inmensa nube de humo de un color violáceo, se les venía encima. Más tarde, van a confirmar que en medio del incendio que había iniciado el día anterior, algo había explotado en el basural de San de Esteban y una chimenea huracanada había avanzado hasta cruzar la ruta 38.

Guadalupe es maestra y música. Ese día, sintió que la destrucción era una posibilidad y a las 11 de la mañana, salió con sus dos hijas de su casa con algo más que lo puesto. Veinte minutos después, llegando a la localidad de La Cumbre, una vecina les confirmó el desenlace esperado. 

En ese breve tiempo previo a que el fuego le tocara la puerta, pudo llevarse sus cuadernos de dibujos, instrumentos de percusión, sus documentos. “Les dije a mis hijas que se llevaran sus colchones y también pudieron agarrar algunas cosas de la escuela y ositos de peluche”.

Hoy, con el cansancio en la forma de los rostros, la solidaridad ha crecido en estas localidades y la comunidad está dispuesta a dar una mano. Desde la municipalidad le han dicho que iban reconstruir todas las viviendas, que son alrededor de nueve.

Lupe mira lo que quedó. Extraña, de todo lo perdido, la impresora, el acordeón y esa pollera de gasa blanca que usaba para tocar la cumbia colombiana. Afuera un escenario de árboles sin sombra, los bordes heridos de la montaña, la tierra gris, algo en el aire que insiste en quedarse y las avionetas hidrantes que aún sobrevuelan a un territorio encendido.

Para colaborar con Guadalupe y su familia: alias lukperta

La organización comunitaria

En la provincia de Córdoba existen alrededor de 50 brigadas comunitarias. En el barrio Faldas del Uritorco de Capilla del Monte funciona una de las Bases Operativas Comunitarias. Ayelén, vecina autoconvocada, estuvo toda la semana yendo junto con brigadistas a los focos directos y a hacer guardias de cenizas para que no se vuelvan a reavivar. “Todo esto no hubiese sido posible sin la colaboración de la comunidad y brigadistas. Salimos todo el tiempo en grupos de ocho personas, llevamos bidones, nos armamos nuestras propias herramientas, se organizan las viandas, botiquín y están llegando recursos por las donaciones, para tener el equipamiento adecuado”, explica.

Foto: Base operativa comunitaria de vecinos autoconvocados

“Está comprobado que hay un manejo negligente de parte de la ETAC -agrega Lucila, vecina del barrio La Toma de Capilla del Monte- se ha querido construir desde esta perspectiva una rivalidad falsa entre bomberos y brigadistas”, dice y se refiere al reiterado uso por parte de esta institución en la práctica del contrafuego, que según el relato de muchos vecinos afectados, en condiciones adversas como viento y calor, esta técnica ha favorecido la propagación de los fuegos.

María Laura Daniele, es integrante de la Brigada Comunitaria Sacha, de la localidad de San Marcos Sierras, y comenta que comenzaron a ver el uso del contrafuego donde el relieve es diferente, no como en las zonas llanas: “acá el movimiento del viento cambia y el contrafuego se vuelve una herramienta peligrosa para usar”.

Cuando piensa en todos estos días, Carla, otra vecina autoconvocada en las brigadas, reconoce que tuvo miedo e incertidumbre. “Estuve ayudando a los amigos, siempre entendiendo que cuando te toca de cerca, da mucho miedo. Me ayudó un montón poder conectarme con las personas”.

Carla perdió por los incendios su casa en Quebrada de Luna: “se quemó todo, estábamos construyendo y tuvimos la fuerte experiencia de verlo en cenizas. Indigna verlo incendiado, sobre todo cuando no es de una manera natural, sino provocado”.

La prevención

El mapa de los fuegos es un círculo que avanza sobre los bosques que en el año 2020 no se habían quemado. El paisaje se corta en parches de monte nativo que sobrevive a merced de la orientación del viento. Para Melisa, hay daños que ya son irreversibles: “el bosque serrano de la región chaqueña de Córdoba, está desapareciendo”.

Los tiempos que se avecinan son complejos. A la falta de agua que ya existía en la zona ante la sequía, los diques se están usando para apagar los fuegos. “Los reservorios de agua van a quedar con muy escasa cantidad para los próximos meses. Sumado a eso, se están quemando los bosques de las cuencas hídricas, que son las esponjas para poder tener agua durante el año que viene”.

Foto Agustín Fontaine

Para Natalia de Luca, la irresponsabilidad de los gobiernos se evidencia en la falta de políticas públicas que eviten los incendios forestales, con programas de alerta temprana de riesgo y acciones concretas de prevención en el territorio, “que no se limitan a spots publicitarios. Ni siquiera habilitan un seguimiento en los procesos de recuperación natural de los ecosistemas afectados”, resalta.

Camila cuenta que nació en Capilla del Monte y vivió días desesperantes: «Me levanto cada día y agradezco el monte que tenemos. Ahora es todo negro. Soy la quinta generación de capillenses en mi familia. En la desesperación me fui a La Toma para ayudar a combatir. El fuego se estaba comiendo todo. Desde allá me enteré que mi casa estaba rodeada de fuego. Nos vinimos para casa para intentar apagar. Los bomberos no daban abasto y gracias a los vecinos en esta zona se pudo apagar. Mi petición ahora es que tengamos recursos, equipos, borcejos, mochilas de agua, que estemos informados, que sepamos cómo actuar. En nuestra localidad muchos vecinos vinieron de otros lugares. Necesitamos saber cómo actuar»

Foto: Agustín Fontaine

“No se hace un trabajo preventivo, no alcanza con poner carteles en una ruta”, retoma Laura y todas coinciden en la importancia de informar en las instituciones públicas de la comunidad: comprender estrategias, leer mapas, hacer herramientas caseras. Trabajar en lo preventivo es la clave, era una política del Estado que la provincia dejó de hacer. “El combate de los incendios, no es sólo poniendo el cuerpo en el fuego. Prevención, control y alerta temprana. Nos estamos comiendo las tres primeras etapas que son indispensables”, concluye Melisa.

*parte de esta nota fue publicada en tiempoar.com.ar

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba