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Cruz del Eje: a 47 años del cierre de los ferrocarriles

A casi cinco décadas del cierre de ramales y talleres en Cruz del Eje, recordamos la vida de un pueblo que se hizo grande con el tren; el aún latente pedido de su reactivación; la dictadura militar y la voz de Graciela Gonano, quien recupera la historia este territorio del norte cordobés.

Un largo paredón de cemento se extiende hacia el sur oeste de Cruz del Eje, en la provincia de Córdoba. Adentro guarda esqueletos oxidados, vagones del ferrocarril, anclados en la vía desde 1978. Los vestigios de todo un siglo se agrietan sobre la tierra que los sostiene. Fue en ese año cuando el ruido del mundo ferroviario se detuvo. El 15 de mayo de 1978, el decreto 2164, producido en plena dictadura cívico-militar, por orden del entonces ministro de Economía, Martínez de Hoz, cerró los talleres del Ferrocarril Belgrano de Cruz del Eje. Se apagó un movimiento que dejó triste al poblado que creció al calor del chirrido de la locomotora.

Graciela Gonano, es pobladora de Cruz del Eje y Licenciada en Historia. Cuando piensa en el ferrocarril, dice que era lo que articulaba a ese conjunto de actividades económicas y sociales que comprendían prácticamente a todo el departamento. “Muchas familias estaban involucradas directa o indirectamente con él, lo que atribuyó a darle a la comunidad sentido de identidad y cohesión social”.

Fue en 1890 cuando el tren llegó a este poblado del norte de la provincia. Ese mismo año se construyeron los talleres donde se reparaban máquinas, vagones de pasajeros y de cargas. Alrededor de 3000 trabajadores se ocupaban con el ferrocarril, más de 700 en sus talleres y en las secciones de oficina, taller de vías y obras, estación, depósito de locomotoras, personal de máquinas, contabilidad, telecomunicaciones, material remolcado, entre tantas otras, que comenzaban a convertir a Cruz del Eje en la quinta ciudad más importante de Córdoba.

Muchas actividades -recuerda Graciela- se mantuvieron en el tiempo: la escuela de capacitación que dictó cursos desde 1945, costeados por la Administración del Ferrocarril, y sostenidos por un grupo de ferroviarios que capacitaban a los aspirantes a maquinistas y a los foguistas que aspiraban a un ascenso.  “La escuela, que se proponía  además de afirmar los aspectos morales y éticos de la profesión, aportó indudablemente a la conformación de esa comunidad ocupacional definida por el historiador Joel Horowitz”, dice Graciela mientras reflexiona en torno a ese concepto teórico que alude a una relación particular entre el trabajo y el resto de la vida, “por la cual la existencia entera del trabajador se halla impregnada de las relaciones, intereses y valores desarrollados en el ámbito laboral, a tal punto que hasta sus motivaciones  y actividades en los momentos de ocio giran en torno del trabajo”.

Al pensar en esa dimensión social y cultural, es significativo nombrar que de los diez clubes fundados en Cruz del Eje, en la primera mitad del siglo XX, cinco tuvieran nombres de secciones del ferrocarril o relacionados con él. “Los clubes Atlético Club Ferro Carril del Norte, Atlético Talleres, Atlético Central Norte Argentino, Atlético Cultural y Recreativo Instituto de Tráfico y Náutico Ferroviario se fundaron en 1909, 1918, 1918, 1922 y 1942 respectivamente”, enumera Graciela en esa cronología de la historia que construye una parte fundamental en la trama de la identidad de su pueblo.

 “Somos un poco la historia de Cruz del Eje”, dijo hace unos años, en la puerta del centenario periódico La Idea, Carlos Ubelino Castro Cuello, “Don Castro”, quizás el último linotipista que enlazaba manualmente las letras para armar los pliegos de La Idea. El barrio que alberga a este periódico,  tenía la impronta del ferrocarril. Con el paso de las décadas, la región fue un punto de referencia obrera, un foco de huelgas y luchas donde la prensa también se convirtió en una tribuna de debate e identidad. Los rieles se conectaban con aquellas primeras letras que fueron parte del ideario libertario de comienzos del siglo pasado.

El padre de Ubelino fue policía en la Estación Ferroviaria. Miles de personas estaban empleadas en los talleres del ferrocarril y las calles eran un tumulto. “Cruz del Eje era un festival”,decía don Castro en aquella entrevista, mientras recordaba que su padre pasaba todos los días por la puerta de la imprenta, y le había dicho que le buscara un trabajo ahí: “acá no le decían que no a nadie, así que… adentro”.

“La rebeldía también está presente en Cruz del Eje desde 1912”, retoma Graciela. Fueron reiteradas las huelgas ante la necesidad de mejorar las condiciones de trabajo, hasta la toma de los talleres entre 1961 y 1962, frente al intento de privatización bajo el gobierno nacional de Arturo Frondizi, en el marco del llamado Plan Larkin.

En un contexto de crisis económica, el gobierno frondicista pretendía reducir el déficit fiscal, como forma de garantizar la estabilidad monetaria. Entre las medidas, se proyectaba levantar 5.847 kilómetros de vías del Ferrocarril General Belgrano; 130 kilómetros de ellos correspondían al tramo Córdoba-Cruz del Eje.

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Ese foco de organización obrera a lo largo de todo un siglo, “seguramente -piensa Graciela- influyó en la sistematicidad atroz que se requirió para acallar a los cruzdelejeños asesinados o desaparecidos durante la última dictadura”.

Cuando el gobierno militar decretó el final y la demolición de los talleres, algunos se fueron a trabajar en la misma empresa a Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Tucumán. Otros se jubilaron y una gran mayoría tomó el retiro voluntario. Como un dominó, comercios, servicios y pequeñas industrias vinculadas al olivo y frutales, comenzaron a bajar sus persianas. Dieciséis años después se conformaría la Coordinadora de Desocupados de Cruz del Eje, siendo esta localidad una de las primeras en comenzar con los cortes de ruta y las ollas populares en medio del hambre y la desesperación colectiva.

Este proceso de decadencia, reflexiona Graciela, se hizo evidente “con toda crudeza durante el menemismo, con una desocupación que llegó a niveles alarmantes y provocó las puebladas de 1994 y de 1997,  como consecuencia del Plan de Convertibilidad”. Un plan  que llevó a las economías regionales de todo el país a una crisis sin precedentes.

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Hoy, la memoria de los trabajadores del riel está vigente en cada estación. Algunos caminos están retomando el movimiento de trenes entre las sierras. Sin embargo, el contexto nacional que atraviesa la Argentina, no es alentador para la continuidad de este movimiento. Durante las últimas tres semanas, el Tren de las Sierras que une a la ciudad de Córdoba con Capilla del Monte, circula con frecuencias reducidas, debido a desperfectos mecánicos en la mayoría de sus formaciones.

Llegada del tren a la Estación de Capilla del Monte

Desde Unidos por el Tren y la Asociación Ferroviaria al Servicio del País (Afesepa), se advierte sobre la desinversión en infraestructura y maquinaria, y se convoca a un abrazo simbólico para reclamar la normalización del servicio. Será el próximo 21 de mayo, a las 17:30, en todas las estaciones de Punilla.

Si bien, aún falta para despertar a los durmientes enterrados entre las vías cruzdelejeñas, siempre hay un impulso para recuperar aquello que subyace en la identidad de los pueblos. Hoy, nombrar al pasado ferroviario, con todo su legado de organización y luchas, lo transforma  en un deseo que promete futuro.

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