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A 10 años del Ni una Menos: crónica de un encuentro

En estos 10 años del grito que se hizo global, la premisa sigue latiendo: “nos queremos vivas”, y la marea vuelve a abrazarse desde cada punto de la Argentina. No es una efeméride, es una herida abierta, dicen en las redes y la pulsión del encuentro se vuelve vital. En Capilla del Monte, este 3 de junio fue un abrigo cargado de sororidad.

La tarde está quieta. Es la siesta y el sol se quiebra en la plaza del pueblo que suele ser el lugar de los encuentros. Esta vez, las fotos, banderas y carteles no rodean el Jardín de la Memoria de la Plaza San Martín. La cita para estos 10 años del Ni una Menos, tiene una puerta abierta de madera, en la calle Alem. “Pensamos en tener un espacio cuidado y más íntimo para compartir”, dice Paula, integrante del Movimiento Plurinacional feminista y disidente y de la Dignidad, la organización que abrió su Casa Compañera, y entre todas se hizo un cobijo de memorias, coplas, mates, budines y bizcochuelos. Hace 10 años, otra puerta se abrió para no cerrarse Nunca Más.

El altar, un ritual que se hizo parte del repertorio de luchas en estos territorios, se enciende en memoria de las que faltan, se hace -una vez más- aroma, fuego y palabra. Las cajas de las copleras suenan y se da comienzo a una jornada, que en verdad, arrancó hace rato.

El Ni una Menos, “aporta la posibilidad de saltar el cerco de las convencidas”, dice la periodista Marta Dillon en un video que proyecta la historia de esta fecha: “El feminismo nos da la posibilidad de develar lo que tiende a invisibilizarse”. El patriarcado está ahí, y como sistema de dominación, explica Dillon, “su mayor habilidad es ser invisible”.

Las imágenes se proyectan sobre una tela blanca. La masividad  de aquella manifestación, más de 300 mil personas en todo el país, permitió hacer visible demandas históricas del movimiento feminista, pero también acercar a tantas personas que cruzaron ese cerco de las convencidas, de las tantas que fueron solas y se sintieron acompañadas. El detonante, el femicidio de Chiara Paéz en Rufino, una adolescente de 14 años. Las cifras que escalaban y la necesidad de cambiarlo todo. El Ni una Menos fue una bisagra en el tratamiento mediático, en la sanción de leyes, en las formas de vincularse, en la violencia normalizada por este sistema, reproducida por instituciones y generaciones a través de mandatos, que estallaron en las calles hastiadas de tanta violencia. Se dijo basta a ese “algo habrán hecho”, que indagaba a la víctima y su entorno, y no en su femicida. Se dijo basta al crimen pasional y los discursos mediáticos que legitimaban el odio. Las calles se llenaron y nombraron esa violencia, ese dolor.

“Estaba en Buenos Aires y recuerdo mucha bronca”, dice Viviana en la ronda que se arma para hacer esa memoria colectiva. “No soy la misma después de ese 3 de junio”, dice Ayelén y da cuenta de como esa fecha fue un punto de inflexión en su vida, para pensar lo cotidiano, los vínculos con las parejas y familias. El lugar más inseguro, puede ser tu propia casa, y ese 3 de junio quedó claro que la violencia machista no es un tema de seguridad, es una cuestión pública. Fue el momento justo donde se comprobó -masivamente- aquello de que lo personal es político.

Hay una cronología que se estira como una línea del tiempo desde el siglo pasado. Graciela abre el diario de aquel 3J de 2015. Un gesto analógico que se vuelve disruptivo.  “¿Por qué salíamos a la calle?” -dice y repasa las demandas impresas en un conocido diario cordobés. No hay distancia. La vigencia es una alarma que debe mantener a la manada unida. Hoy, en medio de este 2025, se registraron 250 denuncias por intentos de femicidios, es decir, cada 8 horas se intentó asesinar a una mujer. Fueron 94 los femicidios  registrados hasta mayo por el Observatorio Ahora que sí nos ven, 85 niñes sin sus madres. En una década, sólo el 3% de los femicidios tiene una condena firme.

Acompañamiento, medidas de prevención, cuidado y educación. En este tiempo, por todo eso se ha luchado y muchos de los logros que acarrean décadas de luchas, se ven cuestionados y eliminados en manos de un gobierno que gestiona desde la crueldad. La disolución del Ministerio de la Mujer, Géneros y Diversidad, por ejemplo, implicó que no existan equipos técnicos, la interrupción de programas y la paralización de políticas públicas para prevenir y abordar la violencia de género. “Despilfarros absurdos”, dijo el Ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona y eliminó 13 programas nacionales que implicaban la prevención, la formación y el acompañamiento en políticas de género. En su intento por querer borrar también del Código Penal la figura del femicidio, argumentó que “no se deben hacer distinciones por sexo”, y demostró cuanto de esencialidad patriarcal tiene su discurso negacionista al intentar hacer de este sistema de dominación, algo invisible.

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Reducir los hechos a números suele resultar vacío, se pierde el sentido más integral de una problemática tan grave que cala hondo en cada rincón de nuestro país.  “Aunque no nos guste nombrar las estadísticas” – continúa Graciela-,  “eso sirvió” y explica que fue clave para mostrar en la justicia, en la comisaría del pueblo y en el municipio, que en Capilla del Monte la violencia machista existe.

Si las estadísticas duelen, la revictimización en cada instancia de denuncia, también. En Capilla del Monte son muchos los nombres de las que faltan:

Maria Rosa Rossi, Mirta Horrach, Paula Taormina, Luciana Arenas, Sabrina Ochoa, Mariela Natalí, Cecilia Basaldua, Thiago Moyano (víctima de femicidio vinculado).

Fue en el año 2020, cuando Mariela Natalí (febrero) y Cecilia Basaldúa (abril), fueron desaparecidas y encontradas sin vida en distintos lugares de Capilla del Monte. Al día de hoy, no existen responsables por sus muertes. La impunidad que rodea la causa de Cecilia llegó a involucrar a un inocente en su crimen. En la actualidad, está en curso una nueva investigación a cargo de la Fiscalía de Cruz del Eje. El caso de Mariela, nunca fue investigado. 

Sin embargo, a pesar de este panorama local, desde la página de la Municipalidad, el intendente Fabricio Díaz, escribió -entre otras cosas-, que desde este municipio, siguen construyendo políticas públicas con enfoque de género, «fortaleciendo redes comunitarias y acompañando a quienes más lo necesitan. (…)En Capilla del Monte, Ni Una Menos es presente, es acción y es futuro”.

Hace casi dos meses, se cumplieron los cinco años por el femicidio de Cecilia, Daniel Basaldúa -su papá-, invitó al intendente a través de una entrevista radiofónica en Una Radio Muchas Voces, a que lo acompañara a marchar. Por la tarde del 25 de abril, la ausencia del intendente llevó a Daniel a reflexionar, después de tanto destrato,  que “si el intendente no les arregla una luz, salgan a protestarle a Fabricio, que a todo esto no vino a acompañarme a la marcha; vieron que yo amablemente lo invité y no se anima; porque me tiene que decir si realmente él estuvo cuando encontraron el cuerpo de Cecilia; (…) le estoy preguntando y no le cuesta nada contestar o decir Daniel está mintiendo, yo no estuve ahí”.

Diez años. Y todo ese tiempo que permite comprender que el patriarcado permea a cada estrato de la sociedad y las responsabilidades políticas en causas tan serias, como un femicidio, existen. Pero desde la intendencia, se instala el discurso que borra, construye una realidad a la medida de la impunidad y atenta contra esa trama clave que hay que entender: los femicidios territoriales. Causas como la de Cecilia Basaldúa, no hablan de vínculos de pareja e intimidad, “sino de tramas de narcocriminalidad e impunidad territorializadas, con  participación de agentes estatales tales como policías, gendarmes y fiscales”, explican desde el Observatorio Lucía Pérez.

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Por cada año que acumuló pasos en marchas multitudinarias. Muertes evitables. Destrato y dolor en las familias de víctimas, en las sobrevivientes, en las que están. Por cada año, donde el abrazo fue el lugar seguro. La ronda sigue encendida y la palabra vuelve y transmite. Se instala: Desendeudadas sin miedo juntas fuertes amadas unidas brillantes dando cuidando recibiendo libres  VIVAS nos queremos. Y tantas más palabras, quedan entrelazadas en ese afiche que toma el centro del encuentro. Por cada año, hay una certeza que crece: “ya no somos invisibles”, dijo Norita Cortiñas con el pañuelo blanco luminoso sobre la cabeza y el verde, en la muñeca, con el puño en alto, frente a una multitud: “Nunca Más”.

*Fotos de Buenos Aires, revista Mu Lavaca.org

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