Capilla del Monte

Otra producción está siendo: MercadoCoop celebra un año dando vida desde la agroecología

Trabajo en equipo, producción local, alimento sano y ayuda mutua fueron algunos de los ejes que dieron luz a este proyecto autogestivo en Capilla del Monte. Hoy, a un año de aquel desafiante inicio, el espacio cooperativo agradece la confianza de la población y mediante el sistema de bono bolsón, busca colaboración para afrontar nuevos desafíos. Además, reclama la matrícula del INAES para poder seguir creciendo.

En el momento más crudo de la pandemia, un grupo de vecinos y vecinas se unieron para ayudar a quienes más lo necesitaban. Así fue que formaron la red solidaria Capilla del Monte. Con el paso del tiempo, dieron cauce a un nuevo desafío, el de explorar esas pequeñas brasas, esos genes presentes en la localidad que, en la memoria, conservan la importancia de producción alimenticia local, clave en el Valle hasta que la ola del turismo dio lugar a un giro en la matriz económica.

La pandemia y su consecuente turismo pausado trajo el despliegue de ideas. MercadoCoop asumió una de ellas: escuchar esa memoria presente en nuestro pasado y asumir la producción de alimentos.

«Nos encontramos en la red solidaria. Trabajar para nosotres en MercadoCoop ha significado un gran reto ya que al principio no sabíamos mucho cómo comenzarlo, especialmente en las huertas. Ese esfuerzo significó esperanza. También ha significado convivencia entre nosotres, que somos tan distintos pero tan iguales. Fede Pelliza se presentó con nosotres y nos enseñó cómo era el arado. Su actitud fue de dar sin pedir nada a cambio. Miguel Pelliza nos ayudó mucho en cómo sembrar. Gabriel Alderete se hizo cargo de gestionarnos el campito de Cáritas, de Balumba. Sin conocernos se hizo cargo.

En lo personal el espacio significa, compañía, cooperativismo, lealtad, buen vivir, amistad, comer sano y en las equivocaciones pedido de disculpas, señaló Lili Hernández a nuestro medio.

Además, expresó que se están capacitando en agroecología, cuidado de gallinas, economía social y buscan seguir uniendo lazos, seguir fomentando las economías locales, las redes de Punilla, y mostrar que otras economías están siendo posibles en la región

Sobre aquel inicio, por otra parte, Virginia Alí, remarcó que algunos se conocían de experiencias sociocomunitarias anteriores y que esta instancia significó un desafío muy grande porque les obligó a pensar por fuera de las estructuras pre-establecidas.

«La red solidaria fue la semilla de todo. Se formó un grupo humano. La idea de semilla fue algo que nos unió. Por ejemplo, una de las primeras acciones fue la de la compra de semillas. De a poco nos fuimos identificando con la idea de una cooperativa de producción y consumo»

También Virginia enfatizó la confianza de muchos vecinos, entre ellos Fabricio y a Paola, que dispusieron del terreno para comenzar a trabajar en una primera experiencia de huerta comunitaria y agradeció a Fede Pelliza, Miguel y Joaquín, junto a Gabriel Alderete que asumió la responsabilidad del grupo para trabajar en segundo lugar (el terreno de Cáritas, ubicado al lado de la capilla de Balumba)

«Nos apoyamos mucho en la comunidad. Mucha gente nos acompañó con la compra de bono – bolsón cuando aún no teníamos. Estamos muy agradecidas y agradecidos por eso. El anhelo principal que tenemos es que salga la aprobación de la matrícula que entrega el INAES. Eso nos dará un marco legal para comercializar nuestros productos y así también seguir creando fuentes de trabajo genuinas, autogestivas y sustentables»

Por su parte, Federico Fumiato subrayó que les salvó la vida y que en medio de la crisis, el contacto con la tierra les permitió repensar los caminos a transitar.

«La construcción de MercadoCoop en el proceso de la pandemia, en medio del deterioro económico, emocional y psíquico que se produjo en la humanidad pero particularmente en nuestro territorio, nos salvó la vida. El proceso de integración vecinal que nos unió desde la red solidaria dio pie a la propuesta de consumo responsable, mediante alimentos producidos localmente, cambiando la matriz productiva de un lugar que hace monocultivo del turismo. El contacto con la tierra nos permitió cambiar nuestro estar en este lugar en plena pandemia»


Fumiato, además, agregó que el área de compras y distribución de alimentos y de insumos para la producción es uno de los desafíos centrales para el colectivo de trabajo en este tiempo.

«Capilla del Monte inevitablemente tendrá que debatir en los próximos años el cambio de matriz. Esperamos ser un granito de arena que aporte a esa salida más equilibrada, más armónica y más comunitaria de esta crisis que estamos viviendo», resaltó.

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«Cumplimos 1 año!!!! Agradecemos de todo corazón a todes les participantes de la huerta y colaboradores que desde el principio, acompañan y sostienen este proyecto cooperativo y sociocomunitario. A un año de nuestra conformación, nuestra organización cooperativa sigue en espera de la matricula que emite el INAES, por lo que todo nuestro proyecto se sostiene de manera 100% autogestiva, con apoyo y colaboración de sus participantes y amigues, así como vecines que nos visitan y consumen los alimentos de nuestra huerta. Ahora se viene el desafío de seguir produciendo los alimentos para compartir entre todes les que nos apoyaron con su Bono Bolsón para lograr los microtuneles de invierno, y con les integrantes de la huerta. ¡GRACIAS!»

Las semillas en el corazón de MercadoCoop

Cuando empezamos este camino, nuestra intuición nos guiaba a la búsqueda de semillas, aunque no visualizábamos realmente a donde nos llevaría esta aventura.? Comenzaba la cuarentena, donde nadie tenía idea de cómo nos afectaría, pero en el aire sabíamos que teníamos buscar la manera de trabajar para obtener nuestro propio alimento, y que mejor que manera que de forma comunitaria. Comenzamos entonces a idealizar huertas por las casas de familia.

¿Cómo lo hacíamos? Teníamos algunas semillas en nuestras casas, pero no las suficientes para el proyecto que imaginábamos. Así arrancamos primero con una compra comunitaria de semillas de invierno donde participaron más de 200 personas de la comunidad local. En ese momento conocimos una familia con quienes compartimos el primer lugar para comenzar nuestra primer huerta comunitaria. Luego tuvimos la oportunidad de trabajar en la huerta de Balumba. Y así fuimos continuando. Muchas voluntades participaron de diferentes formas en el cultivo. Allí, sumamos al llegar la primavera algunas semillas de cada una de las personas que se fueron acercando, colaborando, compartiendo, transmitiendo saberes y semillas. Hoy vamos cuidando cada una de esas semillas que la tierra nos fue obsequiando para seguir continuando el ciclo. Semillas criollas, cultivadas en nuestro territorio, fuertes, sanas, que generarán alimento para la comunidad


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