En la región

Otras dos campesinas amenazadas de desalojo

Bety y Esther Sánchez nacieron y se criaron en su campo de Las Cañadas, departamento de Cruz del Eje. Hace más de cien años que su familia habita el lugar. En un juicio lleno de irregularidades, el empresario salteño Carlos Roque Gómez avanzó sobre el desalojo de las mujeres sin contar con títulos ni posesión.

Es agosto. Entre corpachada y agradecimientos, llegó una foto urgente. Son Bety Sánchez y su mamá Esther pidiendo ayuda para frenar el desalojo de su propia tierra, en la que vive su familia hace más de cien años.

Hace apenas cuatro días, celebramos la resistencia al desalojo de Agustina Tolosa, en la zona de Salsipuedes, que, gracias a la lucha colectiva, se logró que el Municipio le cediera un terreno y una vivienda para continuar con su vida campesina. Todavía nos estremece el corazón la situación de Ramona Orellana Bustamante, que se marchó en medio de un reiterado conflicto por sus tierras. Desde hace meses, cada algunas semanas, circularon noticias de resistencias campesinas ante el ataque contra tierras ancestrales.

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(Imagen: Bety Sanchez)
Hace unos diez años, Carlos Roque Gómez comenzó a reclamar la posesión de las tierras donde viven Esther y Bety, en el paraje Las Cañadas, departamento Cruz del Eje, pedanía La Candelaria. “Para nosotras, es un juicio mal hecho porque nunca tomó posesión ese hombre, nunca vivió acá”, comenta Bety Sánchez en conversación con La tinta.

Su mamá Esther tiene 73 años y nació en esas tierras, muchos años después de que su bisabuela llegara allí. Cuando quedó sola en la casa, empezaron las amenazas y la violencia del empresario salteño Roque Gómez, “un señor que no tiene ni un boleto de compra-venta”, explica.

El 30 de marzo de este año, finalizó el juicio testimonial condenando a Bety por usurpación, con una pena de un año y medio de prisión en suspenso. “La justicia determinó que somos usurpadoras, siendo que tenemos las partidas de nacimiento mía, de mis hermanos y de mi madre. Tenemos testimonios del jefe comunal de Las Cañadas y de diez vecinos que dicen que siempre vivimos acá”, señala.

El testimonio clave para la condena fue el de un supuesto cuidador de esas tierras, quien planteó que, cuando llegó al lugar, encontró cadenas rotas del portón y que había gente en la casa. Sin embargo, el testimonio del policía que fue a dar cuenta de la usurpación señaló que no percibió ni roturas de cadenas ni de portón ni de la puerta y que, por cómo estaba la casa, parecía que esta gente vivía hace un tiempo en ese lugar.

Continúa leyendo en original: La Tinta

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