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La angustia de estas elecciones

El politólogo Andrés Dahin analiza en su columna del programa radial «Nada del otro mundo» qué se juega en las próximas elecciones generales. ¿Qué discutimos y cuál es la particularidad de este domingo?


Por Andrés Dahin para La tinta

En Argentina particularmente, todas las elecciones tienen su singularidad y todas tienen su cuota de dramatismo como consecuencia, casi lógica, de nuestra propia inestabilidad. Desde el 83 a esta parte, cada elección estuvo signada de alguna manera por una discusión fundamental, por una contradicción principal, como dicen algunos. En el 83, era democracia contra dictadura; en el 89, frente al fracaso de la hiperinflación y el fracaso radical, se discutía el lápiz rojo de Angeloz frente al salariazo y la revolución productiva de Menem. En el 95, la discusión clave fue en torno a la estabilidad y la convertibilidad. En el 99, apareció la agenda del honestismo, la discusión entre los buenos y los malos, los honestos y los corruptos. Y después, la crisis del 2001, post 2003, quizás más post 2008, con la crisis del campo, hubo una reactualización de la discusión de la fractura peronismo-antiperonismo. Lo que se conoció como «la grieta» estructuró prácticamente todas las elecciones, quizás hasta esta. Incluso hasta el 2019, el kirchnerismo y el antikirchnerismo fue un estructurante muy importante del debate público.

Desde el 83 hasta esta elección, en todas y con sus particularidades, hemos discutido sobre modelos de país. Había una discusión política. La política discutía en términos ideológicos sobre el modelo de país deseable, Algunos promoviendo la demanda económica contra la oferta, algunos concentrados en la producción y en el consumo, algunas preocupadas por la redistribución y algunos mucho más preocupados por el equilibrio fiscal. Eran discusiones ideológicas y de modelos de país.

La pregunta hoy sería: ¿qué estamos discutiendo de cara al domingo? Este interrogante cobra un valor particular porque es notable la preocupación que genera esta elección, la angustia, incluso el miedo y ansiedad por que el domingo llegue, por saber el resultado… Pero, sobre todo, el miedo de lo que puede venir después. Como pocas elecciones, en esta existe la clara sensación de que es muy importante y, entonces, ¿qué está en juego en esta elección?


Creo que Milei vino a tensionar la grieta como nadie lo hizo hasta él y no la tensionó de cualquier manera, la saltó. Milei no sólo hace antiperonismo y antikirchnerismo, no es reductible eso. De hecho, ahí la tenemos a Bullrich gritando y prometiendo acabar con el peronismo y con el kirchnerismo, como el último grito de esa grieta. Milei ha trascendido la polarización y la grieta, y su discurso claramente va más allá. No es puro antiperonismo.

Milei sacudió el debate y eso ha tenido, por lo menos, dos grandes efectos. El primero fue mover el centro ideológico de la discusión: si la discusión era de 1 a 10 y el centro estaba en 5, Milei hizo que la discusión pasase de 1 a 1000 y que el centro estuviese en 400. Corrió el centro ideológico muy hacia la derecha y, sobre todo, movió el límite de lo que se puede decir. Hay cosas que se dicen hoy en Argentina que hace una década hubiese sido imposible de decir. Tenemos candidatos que dicen cosas que hace 4, 8 años atrás hubiese significado el fin de la carrera política.

Los libertarios vienen a sacudir el debate de un modo específico y acá me parece que es por donde podemos empezar a entender un poco ese miedo y angustia que genera hoy en buena parte de la sociedad el crecimiento de una figura como la de JM. Viene a dinamitar lo que para algunos y para algunas es una de las grandes paradojas de nuestra democracia. Nuestras democracias liberales han estado siempre, desde su surgimiento siglos atrás, atravesadas por una tensión de dos grandes tradiciones ideológicas, filosóficas y políticas: la tradición democrática, la idea de que la democracia como ámbito de igualdad, de soberanía popular, la idea de que tenemos problemas comunes como sociedad y hay que administrarlo, gestionarlo y hacer algo con eso. Frente a la tradición más liberal que promueve un sujeto libre, independiente, autónomo.

La tensión es entre la democracia como ámbito de igualdad y la idea de un sujeto libre, independiente, autónomo, la idea de libertad individual. Milei viene a dinamitar justamente esta tensión, no viene a superarla, no propone una nueva forma de equilibrar esta tensión. Lo que propone Milei es el triunfo absoluto del individuo frente a cualquier idea de sociedad, frente a cualquier idea de lo común. Vino a canalizar la frustración, el enojo, la decepción, la bronca en lo que podemos denominar una antipolítica extrema, en el sentido de que busca eliminar de raíz toda una tradición que es muy constitutiva de nuestro sistema político, que es esa tradición democrática donde hay más que individuos, que tenemos problemas comunes y que además debemos atenderlos de modo común, que el individuo tiene un límite ahí.

No es una antipolítica que busque la renovación, mejorar la política o hacer las cosas de modo distinto para que la política funcione mejor. Es una antipolítica agresiva, destructiva y que pretende justamente el fin de la política. No busca una discusión ideológica en el sentido que estábamos acostumbrados, sino que promueve el fin, la destrucción de la política y, por lo tanto, terminar con cualquier idea de lo común. Y acá me parece que está la particularidad de esta elección y por eso creo que genera tanta preocupación y tanta angustia, porque estamos frente a un ataque a la política como nunca hemos vivido en Argentina, como nunca hemos visto.

En esta elección, elegimos entre comprar el individualismo extremo, entre comprar el sálvese quien pueda o, por el contrario, insistir en la defensa de ámbitos de discusión y de gestión de lo común.

Fuente: La Tinta

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