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Se cumple un año de la sentencia por el crimen de Joaquín Paredes en Paso Viejo

El 17 de agosto del año 2023, fue un día con un final amargo para la familia de Joaquín Paredes, asesinado por la policía en Paso Viejo -departamento de Cruz del Eje-, el 25 octubre de 2020. De los seis imputados, el único condenado fue Maikel Mercedes López a prisión perpetua. A un año de este fallo, la apelación sigue sin novedades por parte del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba.

Era un día jueves 17 de agosto. En las puertas de los Tribunales de Cruz del Eje, familiares, amigos y organizaciones sociales, hacía más de nueve horas que aguardaban con una ansiedad triste, la que genera sentir que -al menos- un resultado esperado era acercarse un poco más a la justicia.

La absolución de todos los policías, excepto el que apretó circunstancialmente el gatillo que le quitó la vida a Joaquín, dejó una sensación a medias. Cada juicio también es una oportunidad. La verdad tiene sus formas.

Llegar a una una instancia de debate oral y público en una causa de gatillo fácil, es una posibilidad para visibilizar lo que no trasciende: vidas interrumpidas de diferentes maneras. La trama de la violencia institucional que se hace un tejido frágil, un molde para la muerte violenta. Gracias a esa comunidad de Justicia por Joaquín se puso en evidencia lo que no siempre se dice adentro, empaquetado de tecnicismos distantes de la realidad. Esto -incluso- implicó la recomendación a la  Fiscalía de Instrucción, a la Fiscalía de Cámara, y a ambas asesorías letradas de Cruz del Eje, para que adicionen en la actividad diaria, una perspectiva de infancia y la necesidad de transmitir con un lenguaje claro a la sociedad los resultados de los procesos judiciales.

“La sentencia vino a bajar el tono de agresividad en el pueblo y acomodó algunas cosas de esta impunidad”, dice hoy Luciana Kupperman, quien reside en Paso Viejo e integra el espacio de infancias y adolescencias del Movimiento Campesino de Córdoba. En este sentido, el resultado de este juicio tuvo un impacto en la comunidad, en tanto, -explica Luciana- cerró algo para los chicos, la familia y para los vecinos de uno y otro lado”.

Los hechos

El 25 de octubre de 2020, Paso Viejo, la comuna de 1000 habitantes del noroeste cordobés, tembló. Cientos de balas de la policía detonaron la madrugada. Joaquín Paredes tenía 15 años cuando se encontró en medio de la balacera que le quitó la vida y dejó heridos a Brian Villada y Jorge Navarro.  Fueron 112 los disparos que la policía disparó contra un grupo de jóvenes durante esa madrugada.

La noche del 24 de octubre los policías de Paso Viejo tenían Covid. Para hacer la guardia, vinieron efectivos de las localidades de Villa de Soto y de Córdoba. Era la primera vez que trabajaban en Paso Viejo.

– Guardá eso, sino estamos haciendo nada –le dijeron a la policía un grupo de jóvenes que estaba en la plaza del pueblo. Eran las dos y media de la mañana y los uniformados guardaron el arma y se subieron al móvil.

Los chicos se fueron para al cumpleaños del “Cañita”, que quedaba en una casa detrás del dispensario de la comuna. Cerca de las cuatro y media de la mañana, Joaquín salió de lo de su amigo para ir saludar al cumpleañero. “No alcanza a saludarlo que llega la policía, los encierran con dos camionetas y un móvil por el medio”, dice Maribel Paredes, su tía.

En medio de un despliegue de patrulleros y luces, los policías insistían en disparar, y lo hicieron. Primero al aire, después hacia los chicos. Eran más de diez y salieron corriendo, se querían esconder atrás de la ambulancia del dispensario. Treinta tiros fueron al principio. La noche quedó paralizada. 

-Que los caguen matando  –dijo un vecino cuando Joaquín pidió que le abran la puerta. “El sobrino de esa gente, era el del cumpleaños”, dice Esteban Paredes, el abuelo de Joaquín, con la angustia anudada en la voz.

La enfermera del dispensario estaba asustada y tampoco los dejó pasar. Se fueron para la comisaría, mientras la misma policía los siguió haciendo un tiroteo continuo hasta descargar los 112 cartuchos. El silencio se descascaraba, como la vida. Una nube de ruido y pólvora cubrió a la comuna.

En la casa de los Paredes se despertaron con los tiros que sonaban a una cuadra y media de distancia. Estaban Beatriz Bustos, la abuela de Joaquín, Esteban Paredes, su abuelo, su tío Rubén con su familia y su tía Maribel con su hija. 

Esteban abrió los ojos a las cuatro de la mañana, se sentó en la cama. Vio que Joaquín no estaba. Maribel se despertó primero con la luz del teléfono. Beatriz se había levantado al baño y antes de volver a acostarse, golpearon la puerta:

– Beatriz andá a ver, a Joaquín le pegaron –le avisó una vecina.

– Rubén le pegaron a Joaquín! –le dijo después Maribel a su hermano y salieron de la casa.

– Mari vení te van a tirar –le decía su papá.

– No me importa me voy a verlo a Joaquín.

– Joaquín, Joaquín –lo llamaba su tía cuando llegó al lugar y lo vio tirado en el piso.

 – No te va a escuchar. Joaquín está muerto –le dijeron. Y a Maribel se le vino el mundo encima.

Según sus amigos, Joaquín cayó boca abajo, vieron que tenía sangre por la espalda y lo dieron vuelta. Quiso decirles algo y no pudo.

Afuera, en la vereda de su casa, Esteban lo esperaba. Vio venir un chico y comenzó a llamarlo, lo tomó del brazo hasta que el joven le pidió que lo soltara, mientras le intentaba decir que él no era Joaquín.

A veces, la tristeza cambia el ritmo de lo que acontece, la desesperación lo acelera y la realidad termina siendo un híbrido de la que se quiere despertar.

Paso Viejo, mural en Memoria de Joaquín. Foto: Eugenia Marengo

La sentencia

Después de ocho audiencias, la inspección ocular y los alegatos que tomaron dos días más, el desenlace del juicio fue deshacer algo que esperaba ser nombrado: justicia.

Por unanimidad el jurado popular junto a los jueces técnicos, condenó a Maikel Mercedes López por el delito de homicidio agravado y calificado contra Joaquín Paredes, por haber sido cometido por un  miembro de las fuerzas de seguridad, y absolvió -por el beneficio de la duda- al subcomisario Alberto Sosa Gallardo, por el delito de amenazas calificadas por el uso de arma de fuego y a Enzo Alvarado, Jorge Luis Gómez, Iván Luna –como coautor- y Ronald Fernández Aliendro, por el delito de partícipes necesarios.

Maribel y Soledad Paredes. Tía y madre de Joaquín. Foto: Juan Mazzeo

Este controvertido desenlace, resultó incluso inconsistente al intentar demostrar que López actuó de manera independiente, dejando afuera la trama de la violencia institucional evidente que habilitó a la represión policial aquella madrugada del 25 de octubre del año 2020.

Sin embargo, a pesar de las pruebas aportadas, las pericias, la reconstrucción del hecho, los testimonios de las víctimas sobrevivientes y de los expertos en seguridad que dieron cuenta de cómo la policía esa noche salió a “correr a las ratas”, o a “cazar a los saros”, en sus propia jerga policial, el resultado fue a la medida de la estrategia de la defensa de los imputados.

De esta manera, la responsabilidad se centralizó en quien hizo el disparo letal -Maikel Mercedes López-, y resultó victoriosa en la decisión del jurado y los jueces técnicos -Ángel Francisco Andreu,  Ricardo Arístides Py y Javier Rojo. Por fuera quedó la violencia institucional que antecede incluso, según los testimonios, a la balacera donde muere Joaquín y Brian Villada y Jorge Navarro resultaron heridos.

Frente a tribunales de Cruz del Eje. Foto: Juan Mazzeo

El fallo también intentó ser una mordaza para los catorce adolescentes sobrevivientes de la represión policial, que se abrieron al recuerdo frente a un público impensado: jueces, abogados y juradxs populares.

El destrato a los jóvenes, a los familiares de las víctimas, el adultocentrismo y la distancia jerárquica y de clase del Tribunal, fueron elementos clave que se pudieron visibilizar en este juicio como vectores del proceder de la justicia.

Foto: Colectivo Justicia por Joaquín

El juicio ha terminado, fueron las últimas palabras del presidente del tribunal, aquel 17 de agosto del 2023. Nada se dijo de la violencia institucional que enmarcó un proceder histórico de la policía en la localidad de Paso Viejo, ni de la persecución y al hostigamiento a los jóvenes, antes, durante y después de la muerte de Joaquín. Todo, quedó reservado en el “beneficio de la duda”.

“La lucha sigue, logramos perpetua para el asesino de mi hijo, ahora tenemos que lograr que le den aunque sea algunos años a los otros”, dijo en aquel entonces, Soledad Paredes.  

Entre las irregularidades de este juicio, los fundamentos reforzaron una interpretación parcial que no analizó ni tuvo en cuenta las pruebas que fueron expuestas a lo largo del debate oral.

Entre tantas cosas, no explicaron por qué sólo se consideró que López cometió abuso policial, mientras que Iván Luna, quien también se comprobó que efectuó cuatro disparos, -contra todos los reglamentos policiales- no fue co-autor del homicidio. Como dijo la Fiscal Pochettino en su alegato, “la bala que tiene Joaquín de López, es circunstancial”, después de casi dos horas de demostrar con pruebas que a Joaquín lo podría haber matado cualquiera de los policías.

Los abogados que representan a la querella, Claudio Orosz y Ramiro Fresneda, presentaron un recurso en el Tribunal Superior de Justicia, para apelar la sentencia. Sin embargo, según explicaron los letrados, al día de la fecha no hay ninguna novedad, “nuestro recurso de Casación, como el presentado por la Fiscal de Cámara, continúan en estudio de la Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia”, dijo Fresneda, reconociendo la demora habitual que suelen tener estos trámites.

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