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El sonido del tren y la memoria que persiste

El Tren de las Sierras regresó a Capilla del Monte en medio de una multitud que se reunió este lunes en la estación de la localidad, para recibir a pasajeros y pasajeras que salieron desde Valle Hermoso. El tren hizo sus paradas previas en La Falda, Huerta Grande, San Esteban y La Cumbre. La emoción y la nostalgia condensaron la jornada con la esperanza de que los ramales sigan tomando vida.

Desde la diez de la mañana el tren arrancó hacia La Falda. En las diferentes estaciones, autoridades, vecinos y turistas se fueron acercando para el recibimiento. “Siento mucho orgullo de que el tren vuelva, es necesario”, dice Juana Souto vecina de Capilla del Monte, con la felicidad compartida entre cientos de personas que se encontraron en los andenes.  

Juan Calderón, aguarda desde temprano en la estación de Capilla. Viene de Cruz del Eje y no olvida que su ciudad fue un polo ferroviario con excelencia, está impaciente, como tantos que sienten al ferrocarril como una parte de su vida: “deseando -dice- que pronto llegue a Cruz del Eje”. “Nostalgia y alegría”, -agrega Juan Carlos-, también cruzdelejeño: “venimos a compartir, el tren es progreso, hay mucha gente que no tiene acceso al colectivo”.

La última estación fue San Esteban. El tren se abrió por el Valle de Punilla y se hizo paisaje. Habían pasado las doce del mediodía y en Capilla del Monte la llegada fue un alboroto. Estudiantes, vecinos y vecinas, autoridades locales, integrantes de sindicatos aplaudieron junto con la sirena que surcaba el aire. Otro grupo, permaneció con carteles dando cuenta del incendio en el basural de la localidad, que ha propagado una nube de humo tóxica entre los pobladores de Charbonier, Santa Isabel y Río Seco. “Todo es importante”, dicen Aníbal y Edith, una pareja de turistas que  fueron a esperar el tren y adhirieron al reclamo de tantos otros vecinos hastiados de que esta situación se repita sin lograr una solución seria por parte del municipio capillense.

Los ramales de la historia

La vida de un siglo sigue latente a través del ferrocarril, tan significativa como para re pensar la historia del Estado. De las masivas resistencias obreras a la conformación de importantes sindicatos: La Fraternidad (1887), Unión Ferroviaria (1922), hasta la traición de sindicalistas y políticos; hoy sus rieles resuenan -incluso dónde es sólo una estación vacía- y se expanden por los territorios más allá de las divisiones.

Camino de las sierras hacia Capilla del Monte. Foto: Agustín Fontaine

El trazado ferroviario, incipiente hacia la segunda parte del siglo XIX, creció rápidamente hacia principios del XX y siempre estuvo orientado en transportar la materia prima hacia los puertos de Buenos Aires y Rosario. El diseño de sus mapas era un gran pulpo de arterias que conducían a estos puertos. En 1948, tras la nacionalización durante el peronismo, llegó a tener 48 mil kilómetros de vías.

Hace más de un siglo, la línea del tren  -que unía Córdoba y Cruz del Eje- pasaba por la estación de Capilla del Monte, marcando el tiempo con su sirena. A través de 147 kilómetros, el tren cruzaba cerros y valle por el luego llamado ramal A1 del Ferrocarril General Belgrano. Décadas de movimiento permanecieron en la memoria de las comunidades y en las fotos que lo inmortalizaron. En 1978, el chirrido vibrante de los rieles se detuvo. El 15 de mayo de ese año, el decreto 2164/78, producido en plena dictadura cívico-militar, cerró los talleres de Cruz del Eje, quedó como un gigante decapitado, dijo en el 2005, Tomás Castro, jubilado ferroviario cruzdelejeño.

El mapa de las vías que llegaban hasta Cruz del Eje se transformó en un archivo, un trazado del pasado, una vena abierta de durmientes, que aún marcan límites entre barrios. El cierre fue un proceso largo de desguace en la producción, una agonía de décadas que dejó al pueblo sin el lugar de pertenencia que los definía. Una identidad resquebrajada en las carcasas de los vagones oxidados, en los talleres demolidos que fueron no sólo el principal eje de la economía regional, sino también un elemento organizador fundamental en la vida de sus habitantes y en la construcción de comunidad.

El sistema ferroviario tuvo varios intentos más de cierre, hasta llegar a su ocaso en los ’90. Durante el gobierno de Frondizi el conflicto con el sector ferroviario tuvo su punto máximo en el año 1961, cuando con el anunciado Plan Larkin, se pretendió una modernización de los ferrocarriles, que también acarreaba despidos y la clausura de ramales. El nombre fue por el General estadounidense Thomas Larkin, quien estaría a cargo de la modernización del ferrocarril. Este anuncio generó una larga huelga convocada desde los gremios La Fraternidad y la Unión Ferroviaria. La huelga de los “42 días” fue una de las más importantes en la historia ferroviaria, el resultado fue considerado un éxito para el movimiento obrero, ya que el Plan Larkin no pudo ser aplicado en su totalidad, pero los ramales cerrados -que implicaron más de 10 mil kilómetros de vías- nunca fueron rehabilitados. 

Fue en los ‘90, cuando las políticas de privatización del entonces presidente Carlos Menem, terminaron el desguace de la red ferroviaria y el territorio nacional modificó su fisonomía. El plan de privatización significó el despido de 80 mil trabajadores y que los kilómetros de vías se redujeran de 35.000 a sólo 11.000.

Atrás quedaron los espacios de sociabilidad, de aprendizajes en los Institutos de Formación Técnica para trabajar en los talleres; el saber de sus trabajadores, verdaderos artesanos del tren, metidos en los galpones, esas estructuras gigantes que albergaron maquinarias y herramientas de todo tipo.

Foto: Eugenia Marengo

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El ferrocarril fue así el centro de vida por generaciones. El motor del siglo XX, con sus vaivenes, la organización obrera, la estatización, el movimiento de pueblos y el crecimiento de ciudades. Hoy, a la inversa de aquella frase del menemismo de 1989,  “ramal que para, ramal que cierra”, la esperanza avanza abriendo caminos: que sea así en todo el país, dice la gente mientras agita las banderitas argentinas con fuerza al ver que se asoma la locomotora en la estación de Capilla, sumando a 90 las paradas recuperadas a nivel nacional.

Llegada. Foto: Eugenia Marengo

El llamado Tren de las Sierras, tuvo una reapertura en 1993 por un lapso breve hasta el 2001, cuando la empresa Alcázar de Córdoba, que operaba el servicio, lo cerró por problemas judiciales.  En el año 2007 se habilitó el ramal hasta Cosquín, mientras que en el 2021 llegó hasta Valle Hermoso. Este año, retornó así a Capilla del Monte con la expectativa de que los ramales se estiren y las paradas continúen hacia el norte. “Lo más importante es que la gente pueda viajar, más allá de los turistas, las personas que no pueden pagar un colectivo, hoy puedan incluso poder conectarse con sus familiares”, dice Daniel Dingiandi, guarda del tren que recorrerá  las vías que conectan Valle Hermoso con Capilla del Monte.

Daniel Dingiandi, guarda del tren y Micaela Gatica, boletera de Trenes Argentinos.

En este nuevo camino que se abre, Trenes Argentinos reacondicionó 34 kilómetros de vías, renovando las cinco estaciones intermedias. Será a partir del jueves 16 de noviembre, cuando el servicio de pasajeros comience a salir desde Capilla del Monte a Valle Hermoso, donde se podrá hacer una combinación con el otro tren que llega hasta la ciudad de Córdoba.

Ya se pueden sacar los pasajes ingresando aquí

Después de la una de la tarde, el tren retoma su paso hacia el sur y la sirena vuelve a marcar el ritmo de los lugares. Define un tiempo: la espera, la llegada, la visita, turistas, la despedida. Se convierte en una pauta cultural y en un ritual cargado de anhelo.

Regreso. Foto: Eugenia Marengo

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